lunes, 15 de septiembre de 2025

In memoriam | César Güemes: la bonhomía personificada

Hoy, mis altamente apreciados cuatro lectores, quiero recordar a una de mis amistades epistolares que más se extraña. Me refiero al Maestro César Güemes, quien se nos adelantó en el camino, allá por abril del 2022.

Con beneplácito leí la nota "buena, breve y sustanciosa" que escribió Jesús Alejo Santiago en el períodico Milenio dando esa triste noticia (clic aquí para la nota)

Al buen César no tuve el placer de conocerlo en persona, lo cual hubiera sido un completo agasajo, sin duda, pero la lectura nos unió: yo leyendo sus artículos y él leyendo mi anterior blog de vinos. De hecho, el aprecio por el buen vino también fue algo que compartimos.

Uno de mis tesoros, es una de sus novelas—Cinco balas para Manuel Acuña, buenísima— que él me envió a Monterrey, dedicada de su puño y letra. Esta es la foto de esa joya que engalana mi biblioteca. Es un honor haber recibido esta amabilidad de parte del buen César Güemes.

Una verdadera joya.

Además de este, tengo su última novela Soñar una bestia. Muy recomendable también. Esta la conseguí en Monterrey.


Además, digitalmente conservo aún los correos que nos intercambiamos, de los cuales comparto aquí un par de sus respuestas.


Tuvimos un par de llamadas telefónicas, y tras recordarlas, junto a las comunicaciones que cruzamos, en verdad que concuerdo con Jesús Alejo Santiago en la palabra que atinadamente escogió para describir la personalidad de César: la bonhomía. Era a todo dar.

Solapa de uno de sus libros.

Tengo la firme convicción de que lo conoceré en persona, en el futuro, para poder disfrutar de esa plática sabrosa que se nos quedó en puntos suspensivos...

Hoy lo recuerdo con bastante aprecio.


Hasta la próxima.


Fran y Jorge: la inteligencia irónica que nos hace falta

Mis aspiracionales cuatro lectores, hoy les platico sobre dos escritores, a los cuales ya podría considerar en la categoría de "Héroes" para mí, uno conocido de hace años y una recién descubierta.

El primero es el autor mexicano Jorge Ibargüengoitia, cuyo apellido "trabalenguoso" no vuelves a olvidar una vez que empiezas a disfrutar de sus libros. A Jorge lo descubrí gracias a la magnífica revista mexicana Algarabía, lo que me impulsó a buscar estos dos hilarantes libros que son una selección de los artículos que escribió para el periódico mexicano Excelsior de 1968 a 1976. Su increíble ingenio (lo que en inglés se conoce como wit) aplicado a la idiosincrasia del mexicano, nos dejaron una gran colección de artículos que te arrancan unas grandes carcajadas.

"Misterios de la vida diaria" e "Instrucciones para vivir en México".

Pero Jorge fue además un prolífico novelista, y algunas de sus obras fueron incluso llevadas al cine, como "Estas ruinas que ves".

Dos de sus excelentes novelas.

Personalmente disfruté mucho más de sus artículos para el Excelsior, pues la ironía con que describe cosas tan cotidianas que vivimos los mexicanos aún el día de hoy, te hacen pensar: "¡Eso mismo me ha pasado y pienso exactamente lo mismo!".

Se los recomiendo mucho, por si no lo han leído.

Qué lástima que se nos fuera tan joven, a los 55 años, en un accidente de aviación, en España. Afortunadamente, como bien decía el Maestro Sandro Cohen: "El escritor [...] posee un arma secreta: las palabras escritas permanecen, mientras que las pronunciadas en voz alta se las lleva el viento".

Y recientemente descubrí a la magnífica escritora estadounidense Fran Lebowitz, gracias al documental de Netflix titulado "Pretend it's a city", dirigido por Martin Scorsese. Este es el trailer.


Fran sigue viva —algo que ella dice que a algunas personas las hace enojar— a pesar de fumar desde los 12 años y vivir —o sobrevivir— en Nueva York desde los 18. Y a sus casi 75 años mantiene su ingenio y agudeza intactos. Pueden encontrar en Youtube muchas entrevistas y sesiones de preguntas y respuestas con ella. Son entretenidísimas y cargadas de humor inteligente.

Sus primeros dos libros fueron compilados en uno solo llamado en inglés The Fran Lebowitz reader, y en español le pusieron Un día cualquiera en Nueva York.  Espero en octubre llegue mi ejemplar en inglés, porque quiero tenerlo y leerlo en el idioma original.

Súper entretenida lectura.

Conforme la he leído y escuchado, veo que coincidimos en bastantes cosas, aunque en otras discrepamos (personalmente la política no me interesa). Pero siempre me saca una sonrisa lo que esté leyendo de sus escritos.

Una de las cosas con las que coincido con ella es la importancia de leer. De hecho, cuando le preguntan que qué recomedación les daría a los jóvenes que quieren ser escritores, ella invariablemente contesta que no vayan a una escuela de escritores, sino que mejor se dediquen a leer y a aprender gramática. Y tiene sentido: de esa manera desarrollas tu propio estilo —y no uno institucional, todos los alumnos teniendo el mismo—. Pero la gramática, esa sí es crucial.

Y otra cosa que aconseja es: si no tienes talento en algo, no lo intentes hacer de manera profesional. Simplemente, no. No lo hagas. Ojalá muchos "artistas" e "influencers" pusieran atención a sus palabras. Pero es algo de lo que ella se queja: por más que lo dice, nunca le hacen caso. Qué lástima, Fran. Para todos nosotros también.

Regreso al punto sobre leer. Realmente es de lo más importante. Una vez que aprendes a hacerlo, eres imparable. Tienes todo el mundo por delante. El problema es que si nos enseñaron a ver a la lectura como un castigo, como un "tienes que", será prácticamente imposible desarrollar gusto —no digamos afición— por esta actividad.

Mis libros,...

..más libros,...

...que hasta ya no caben.

¡Ah!, y está totalmente comprobado por la ciencia que es muchísimo mejor leer usando libros físicos —así como escribir con lápiz y papel— que utilizar medios electrónicos, pues se obtiene un mejor aprovechamiento del aprendizaje.

Como sé que mis cuatro lectores son una audiencia culta y conocedora, estoy 100% seguro que disfrutan leer. ¿Leer qué? ¡No importa! ¡Lo que sea que les atraiga! Así es como se logra la afición a algo: tiene que ser algo que te guste, te atraiga. Ya sea que lean el buen libro, o cómics, o novelas románticas, o un interminable etcétera, ¡qué bien! Pero hay que leer.

Tu mente se abrirá como no te imaginas.


Hasta la próxima.


miércoles, 10 de septiembre de 2025

Al maestro, con cariño | Ing. Roberto Felipe Reza Núñez

Les cuento, mis siempre empáticos cuatro lectores, que el pasado 9 de septiembre, yendo de camino al trabajo, divisé a una figura conocida, sentada, afuera de su casa, leyendo el periódico. Tras pensarlo un poco, detuve mi marcha, me di vuelta en U y me regresé, estacionándome enfrente de dicha casa.

Me bajo del carro; el hombre levanta su cabeza y me mira, tras lo cual le digo: "¿Profe Reza?". Se le dibuja una sonrisa en la cara y se levanta mientras responde: "Sí, soy yo". Tras presentarme, le digo que él me dio clases en la preparatoria del Regio —hace ya 36 años —, y él no sólo se acuerdó de mí, sino de mis papás, a quienes conoció en la ACJM hace varias décadas. Qué buena memoria a sus 88 años, y tras sufrir un infarto cerebral —como él mismo me contó— hace 20 años. 

Con el Ing. Roberto Reza, mi profe en la prepa

Tanto el profe Reza, como su esposa, la profesora Obdulia Garza, fueron maestros míos en la prepa. Él de Matemáticas y ella de Física (lamentablemente, ella falleció hace un año). ¡Y qué buenos maestros fueron!

Crédito de fotos: exaregio83.com.mx

La verdad, yo sí agradezco bastante haberlos tenido a ambos de mis maestros en esa etapa tan difícil del crecimiento que es la preparatoria (la cual, por cierto, ya es educación básica y obligatoria en México desde 2012).

Sinceramente creo que, sin la enseñanza de ambos, difícilmente hubiera podido con los primeros dos años de la FCFM de la UANL, esos que sirven como un filtro muy exigente. Y es que algunos de los temas de Matemáticas que vimos en la facultad ¡yo ya los había visto en la prepa! Y para la mayoría de mis compañeros era algo  totalmente nuevo, como las derivadas y las integrales.

Siempre hay que estar agradecido, en cualquier etapa de la vida, pero a veces no tienes la oportunidad de expresarlo a algunas de esas personas, mucho tiempo después. Gracias a Dios, yo he tenido esta oportunidad.

Muchas gracias al profe Reza. Y como dice, tanto el tema musical como el título de aquella película del '67, va este artículo: Al maestro, con cariño.

Hasta la próxima.


P.D. Este es el currículum del profe Ing. Roberto Felipe Reza Núñez, pa' que se den un quemón. (dar clic aquí)



domingo, 7 de septiembre de 2025

Observando el mundo | El juego

Mis (muy seguramente) juguetones cuatro lectores, quizás sepan que se ha atribuido al filósofo griego Platón —con algunas variaciones— la siguiente frase:

"Se conoce más a una persona en una hora de juego que en un año de conversación".

¿Qué significa esta aseveración (supuestamente) de Platón? Que en el juego la esencia de una persona se expresa de forma más pura y transparente, dejando ver aspectos de su pensamiento y su personalidad que en la conversación cotidiana no son evidentes. Les sale "el verdadero yo", en otras palabras.

Por otro lado, el juego es tan importante en el desarrollo de las personas que, desde 1989, se reconoció internacionalmente el derecho de los niños a jugar en el tratado internacional de los derechos humanos llamado la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptado por las Naciones Unidas.



Pero, ¿acaso sólo es importante que los niños jueguen? La (supuesta) frase de Platón no hace esa acotación en absoluto. De hecho, es importante que incluso las personas que han sobrepasado la infancia también jueguen. ¿Que jueguen a qué? A lo que les dé la gana, a lo que gusten, pero que jueguen.

Si acaso pueden participar en un deporte organizado, pues que lo hagan.




Pero a aquellos que, como yo, no pueden ya saltar a una cancha, les cuento que he tenido recientemente la oportunidad de conocer a personas sumamente aficionadas a los juegos de mesa, pero en serio. En lo personal, los juegos de mesa más frecuentes en mi infancia fueron la lotería, las damas chinas, las damas inglesas, los palitos chinos, el turista, el parchis y el ajedrez. Los tradicionales, pues.

Pero ahora, he visto que hay una infinidad de juegos que ni me hubiera imaginado. Incluso hay locales especializados donde los aficionados se reunen a jugarlos.



En mi infancia, creo que todos los juegos de mesa que jugué eran de competencia: se trataba de ganar, de vencer, de considerar un rival (un enemigo) al amigo o los amigos con los que jugabas. Y hay muchos juegos nuevos que siguen siendo de competencia.

Quemando a la raza con Fire Tower.


Personalmente, disfruto más los juegos de colaboración que los de competencia. Aquellos en los que todos los jugadores tenemos que hacer equipo para ganar. O ganamos todos o perdemos todos. La filosofía del "o todos coludos o todos rabones".

Colaborando en La Isla Prohibida

¿Por qué? Supongo que a mis 53 años —a unos cuantos años de entrar en la tercera juventud (eh, creyeron que diría tercera edad, ¿verdad?)— la vida real ya me ha hecho competir tanto (en la escuela, la universidad, los trabajos, etcétera) que buscarme "enemigos" gratis no me resulta atractivo. Y menos con mis amigos.

Claro, otra historia era cuando, en mi juventud, nos tocaba enfrentar en la cancha al equipo de fútbol de la empresa de la competencia; fueron unos duelazos épicos. Pero esos tiempos ya pasaron, señor Don Simón.

Además, se me hacen más novedosos los juegos de colaboración, porque  creo que es mucho más fácil inventarse cualquier conflicto, con sus respectivos enemigos, que proponer una trama que juntos podamos resolver con la buena voluntad y habilidades de todos.

Como dice esa famosa frase:

"Todos somos buenos, pero ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos".


Y ustedes, mis lúdicos cuatro lectores, ¿a qué les gusta jugar?


Hasta la próxima.


El análisis


El análisis

por Rafa Ibarra

Gregorio es un analista. Así se gana la vida. Analizando datos, sus fuentes, la manera en que se generaron, la intervención tanto humana como mecánica que tuvo lugar en su generación, los procesos involucrados, y un largo etcétera. 

Porque Gregorio resuelve problemas. A eso se dedica.

Que su mente aficionada a las bellas artes —música, literatura, pintura, cinematografía, escultura, etcétera— no los engañe, pues su psique está sustentada por un fundamento físico y matemático indisoluble.

Por eso, cuando Gregorio conoció la verdad, con una base tan sencilla como contundente, no dudó en ningún momento. Y, a pesar de lo que le tocó vivir con una prole de víboras, sigue sin dudar.

Pero su mente, tan acostumbrada a hacerlo cuando se encuentra cara a cara con una nueva maraña de datos, es decir, un nuevo problema, se hace la pregunta obvia.

¿Por qué?

"¿Por qué fui tratado así?"

"¿Qué hice o dejé de hacer, pues antes me trataban bien?"

"Aunque esos siete eran más veteranos, ¿no sabían que lo que hicieron estaba mal e iba contra la instrucción explícita?"


Gregorio evaluó toda la información disponible, tanto la tangible como la intangible, y se dio cuenta de que ésta última era la que develaría el aparente misterio. Y digo aparente porque, cuando él acomodó todas las piezas una a una, se dio cuenta de que, como postula la navaja de Ockham, la razón más sencilla era la más correcta: 

Envidia.

Lo mismo que convirtió a Satanás en lo que es.

Si por un lado Dios es amor, por otro lado Satanás es envidia.


Gregorio comprendió que en eso estribaba la monumental hipocrecía que detectó: mientras hablaban del amor al prójimo por un lado, por el otro albergaban una envidia asesina en sus corazones.

Pero Gregorio necesitaba contestar otra pregunta primordial: ¿qué hizo él para que ellos desarrollaran esa envidia asesina hacia él?

Era mandatorio para él saberlo, pues de esa manera podría —tal vez— hacer algo para evitar que volviera a suceder. ¿Acaso no es para eso para lo que sirve el análisis? ¿Para la resolución de problemas?

Esta vez, la respuesta que halló lo dejó realmente meditabundo.

Lo que Gregorio hizo para que esos "amigos" lo trataran con envidia asesina fue, simplemente, hacer lo que le enseñaron que debía hacer, lo que se esperaría que hiciera alguien como él, en su posición. Y como ellos mismos no lo hacían, la conducta de Gregorio los ponía en evidencia, los hacía ver mal. Y para ellos, eso era imperdonable. En sus corazones decían: "Gregorio debe morir".


Ahora bien, Gregorio sabe que es mucho más eficiente quien puede evitar un problema que quien sabe cómo resolverlo cuando este ocurre. 

Por eso, ahora que entendió esta verdad de esa comunidad, él sabía lo que tenía que hacer para no volver a ponerse en esa misma situación tan dolorosa e injusta. Él sabía lo que realmente estaba bajo su control: él no podía controlar en absoluto como ellos podrían responder a sus acciones en sus —tal vez— torcidas mentes, pero sí podría controlar su propio accionar: volar por debajo del radar de "los prominentes",  bajar su perfil para ser casi imperceptible, de tal manera que su sola presencia dejara de ser percibida por ellos como una amenaza. 

Y eso se decidió a hacer.

Y lo hizo.

Y Gregorio fue feliz.


sábado, 6 de septiembre de 2025

Cheers

Mis siempre asertivos cuatro lectores,  no había caído en cuenta de lo sumamente poco —casi rayando en lo nulo— que he compartido con ustedes el disfrute de otra bebida que me agrada: la cerveza.

Hago el propósito de enmienda de publicar más sobre este tema, sobre todo porque personalmente me agrada, y porque he compartido muy sabrosos momentos con amigos, camaradas y mi esposa bebiendo un fermentado de malta.

Mientras tanto, les comparto un video que hice tomando el tema musical de aquella legendaria serie de televisión llamada Cheers, pero aplicada a un lugar muy a gusto que me visitado algunas veces: CheveCraft.



Denle play al video.


Hasta la próxima.



viernes, 5 de septiembre de 2025

Observando el mundo | Amor a lo que haces

¿No les parece, mis queridos cuatro lectores, que a veces estamos tan abstraídos con nuestra vida, que podemos dejar de ver —es decir, realmente ver— cosas a nuestro alrededor? Podemos perder nuestra capacidad de asombro tan fácilmente que duele.

Recientemente, en el área de café de la oficina, encontré esta pequeña obra de arte, creada por la señora de la limpieza.


Digo yo, tan fácil que es sacar el montón de servilletas del paquete y ponerlo en la mesa y ya. Algo así.


Pero en esa ocasión asignaron a otra persona para limpiar nuestra área de oficinas, y esta mujer quiso hacer lo ordinario... algo extraordinario.

Eso es tener amor a lo que haces.

Me recordó esa vieja fábula de los tres hombres que estaban picando piedra, y que aquí les comparto por si alguien no la conoce.

Crédito: página Balcon40.com

Hay una fábula que cuenta como un viajero llega a una ciudad donde se encuentra con un hombre que sudaba copiosamente mientras picaba una piedra. El viajero preguntó al hombre qué estaba haciendo, a lo que éste respondió bastante malhumorado: “¿Es que no lo ves? Estoy picando piedras, tengo mucho calor, mucha sed y me duele la espalda, así que mejor déjame en paz”.  El viajero continuó caminando y un poco más adelante vio a otro hombre que también estaba picando piedras aunque con algo de mejor cara. Volvió a hacerle la misma pregunta y el segundo hombre respondió: “Estoy trabajando para ganarme la vida, levantando una pared de piedra. Es duro, pero me pagan lo suficiente para vivir sin estrecheces”.

El viajero siguió su camino y se encontró con un tercer hombre que golpeaba vigorosamente una gran piedra con su pico. Le hizo la misma pregunta que a los dos anteriores. El hombre detuvo su trabajo, sonrió y respondió: “Estoy construyendo una catedral”.


No cualquiera quiere dar un extra en estos días. Pero, cuando alguien lo hace es notorio, y en verdad se agradece. 

Se nota cuando alguien ama lo que hace.


Hasta la próxima.


domingo, 31 de agosto de 2025

La historia de Gregorio


La historia de Gregorio

por Rafa Ibarra

Gregorio creció en la mentira. Esto, por supuesto, no sorprende a nadie, pues la gran mayoría de las personas han nacido en ella. A él sus padres únicamente le enseñaron lo que a ellos mismos les fue inculcado por sus respectivos padres, como se había hecho sucesivamente generación tras generación.

Pero la vida, caprichosa como solo lo puede ser esta, quiso que un día Gregorio conociera la verdad. 

¿Le fue fácil aceptarla? Claro que no. "Es más fácil engañar a alguien que convencerlo de que ha sido engañado", escribió sabiamente Mark Twain. Además, recordemos que la esencia del engaño es que la víctima no es consciente de él.

Entonces, ¿qué le ayudó a Gregorio a aceptarla? Primero, la gente que se la presentó. Y no porque el idioma de ellos fuera extranjero, sino porque por su conducta Gregorio pensaba que no debía de existir gente más buena en todo el mundo. "No pueden ser tan buenos", pensaba él para sus adentros con suspicacia. 

No podemos juzgar a Gregorio por abrigar cualquier sospecha, pues debemos reconocer que quienes nacen y crecen en la mentira desconfían de todo. Y tienen que hacerlo para poder sobrevivir en un mundo lleno de gente, tan fría e indiferente, que es capaz de destrozarte para eliminarte de su camino, de un camino que los conducirá... hacia ninguna parte.

Pero Gregorio, ahora con conocimiento exacto adquirido gracias a la ayuda de la gente de la Verdad —así los llamaba él—, como quien puede identificar con facilidad un billete falso de uno verdadero, distinguía casi de inmediato las actitudes de la gente de la Mentira —así comenzó a llamarlos—, esa gente con la que él convivió tanto y que ahora le provocaba asco y repulsión. Para Gregorio, identificar esa hipocresía era como un superpoder que había adquirido.

Y fue gracias a la gente de la Verdad, quienes lo habían aceptado como uno de los suyos, que Gregorio vivió el tiempo más feliz de su vida.

Pero todo lo que es realmente bueno no dura por todo el tiempo que uno quisiera.

La vida ahora quiso que Gregorio aprendiera una gran lección, y es esta: "La Verdad es un gusto adquirido".

En cuanto Gregorio, por azares del destino, se alejó de sus amigos de habla extranjera —y aunque su superpoder le advirtió a tiempo, pero tuvo la mala fortuna de bajar demasiado la guardia—, conoció a gente de la Mentira que se estaba haciendo pasar como gente de la Verdad, dentro de su mismo círculo. Esa gente de la Mentira que estaba infiltrada, motivada por la envidia, abusó de su poder con el único objetivo de quitarle a Gregorio esa felicidad que tenía y que había aprendido a compartir con los demás. Cuando quiso reaccionar, ya el daño estaba hecho: la felicidad que una vez sintió, se perdió en gran parte. 

Lo único que pudo rescatar Gregorio fue su vida como despojo. Pero con eso poco bastó para arreglárselas, para intentar retomar su vida feliz, aunque la intensidad no sería la misma, y de eso estaba completamente convencido.

Gregorio se prometió nunca volver a bajar la guardia tanto que llegara a pasar por alto las señales inequívocas de la gente infiltrada de la Mentira, esos lobos haciéndose pasar por ovejas.

Además, Gregorio estaba tan agradecido con la vida por haber conocido la Verdad, que pensar en regresar a vivir la Mentira no era ninguna opción que él consideraría. 

Ahora tendría más cuidado, y recordaría que en realidad sí existen personas que son demasiado buenas, pues él mismo conoció a varias cuando, al principio, lo arropó la gente de la Verdad.

Se cuidaría de aquellas personas cuya falsedad aflora, aunque se consideren a si mismas gente de la Verdad, y hasta presuman de haber nacido en ésta. Esa es su gran Mentira.

Gregorio lo sabía.

Gregorio volvió a ser feliz —aunque en menor grado—, recuperó su paz mental, agradeció la enseñanza, y siguió con su vida.

Porque la Verdad es un gusto adquirido. 

Cápsula del tiempo | Mis tiras cómicas

Vaya que estoy disfrutando lo que encuentro en las cápsulas del tiempo que estoy abriendo, mis queridos cuatro lectores.

¿Qué "nuevo" descubrimiento tengo para compartirles? Pues son una serie de dibujos que hice hace.... uuuuuy, hace mucho mucho tiempo. Aquí queda patente mi gran afición por las tiras cómicas —o cómics—, la cual aún conservo.

Ideas tomadas de revistas de historietas (como llamábamos antes a los cómics), de revistas (como la hilarante, irreverente y lamentablemente extinta revista Mad), de periódicos, de artículos promocionales y cualquier otra publicación donde aparecieran.

Aún no aprendía inglés bien, obviamente.
El de la izquierda, es de la revista Mad.


¿Qué personajes son los que dibujaba más? Veamos.

Tengo muchos dibujos de la Pantera Rosa.


Claro que Snoopy no podía faltar.


Garfield, de los principales en mis dibujos.
(Técnica: colores Prismacolor)


Pero si hay un cómic al que era, soy y seré completamente fiel, es al genial Calvin y Hobbes, de Bill Waterson.

Mi dibujo más reciente: Calvin y Hobbes.
(Técnica: colores Prismacolor)


Siempre me ha gustado dibujar, aunque ya no lo hago tanto como me gustaría. Eso lo tengo bien claro. 

Pero, lo que no recordaba era que... ¡había hecho una especie de tiras cómicas (o viñetas) de mi cándida autoría!

Creo que, por primera vez en la historia, estas pocas viñetas originales serán exhibidas al mundo. Sin más, aquí se las comparto, mis cuatro lectores y secuaces.







Como ven, dejé los dibujos en el puro boceto, pero no le hace. Me causó gracia descubrirlos, como si soltara en mi interior una leve risita infantil, contenida con la mano.

¿Qué otras cosas encontraré en mis cápsulas del tiempo, de las que ya no me acordaba y que seguirán ayudando a reconocerme? No lo sé. Pero esta aventura me está gustando.

Hasta la próxima.


sábado, 30 de agosto de 2025

Cápsula del tiempo | Mi primera publicación

Mis preciados cuatro lectores, tal como les comenté en la nota anterior de las cápsulas del tiempo, he abierto una de ellas y me he encontrado con algo que había quedado olvidado en un rincón de mi memoria, pero que es evidencia innegable que desde niño ya había en mis entrañas un pequeño articulista.

¿Que qué fue lo que encontré? Lo que podría considerarse como mi primer intento serio de publicación, una especie de revista que trataba sobre un tema que me interesaba mucho en mis años infanitiles: los perros.

Mi primera publicación

Hago un pequeño paréntesis para comentar que, desde pequeño, crecí rodeado de revistas como la famosísima Selecciones de Reader's Digest, y sin duda eso me influenció.

Volviendo al tema que nos compete, mi primera publicación fue "impresa" en una humilde libreta Scribe de cuadrícula chica, de 50 hojas, en cuya portada pegué unas calcomanías de perros que alguien me regaló y que yo atesoraba. Eran perfectas como preámbulo de lo que se encontraría en el interior de esta "revista".

Por cierto, como yo tenía muy fea letra, le pedí a mi papá que me hiciera el favor de escribir él tanto mi nombre como el título en la portada. Además, usé lo que quedaba de una plantilla de letras autoadheribles que un amigo me regaló, pues su hermana mayor estudiaba arquitectura y se las dio a él. Con eso puse el letrero a media portada que dice "Todo sobre ellos. Los finos y extranjeros". ¿Por qué escribí eso? La verdad, recuerdo que era la única frase que podía formar con las pocas letras que quedaban en la plantilla que me dieron. Si la vida te da limones...

¡Ah! Si se están preguntando qué edad tenía cuando hice esto, les diré honestamente que no lo sé con exactitud, pues ninguna de las notas está fechada. Pero estimo que la empecé por 1982, cuando tenía alrededor de 10 años de edad.

Mis queridos cuatro lectores, mis cómplices, les comparto aquí algunas de las notas que publiqué en mi ópera prima, la primera revista que publicó alguno de mis artículos.

Mucho collage en su interior


Ante la falta de presupuesto, usé lo que encontré

Inspirado el muchacho

Breve semblanza del Doggy, nuestro perro

Recortes de la revista Selecciones

Trabajo de investigación

La técnica de doble tinta

No podía faltar la sección de Espectáculos

La sección comercial


La sección cultural


Y la sección heróica

Sólo hay 20 artículos en total en esta "revista", siendo el último un simple renglón que dice: "Solovino: murió el 8 de Julio de 1996". El Solovino fue un perro que tuvimos en casa un rato y que, como indica su nombre, llegó solito a la casa, y ahí lo cuidamos.

No sé con exactitud cuándo dejé de publicar en esta "revista", pero al menos puedo notar que en los últimos artículos, como el "Cuadro de Honor" —donde no podía faltar Laika, la perrita soviética—, mi letra había mejorado bastante. Calculo que quizás terminando la secundaria, en 1987, cuando redacté el último artículo y guardé la "revista".

Encontrar esto en mi cápsula del tiempo me hace darme cuenta de que me gusta expresarme por escrito, y así compartir algo que considero valioso, o al menos  interesante, con quien tenga la amabilidad de dedicar un poco de su preciado tiempo para leerlo.

Ahora me entiendo más, y comprendo lo que a Gerardo Lammers le intrigaba cuando me entrevistó para la revista del ITESO (la nota la encuentran aquí).

Ese analista de negocios que menciona Gerardo soy yo

Y también entiendo mejor el porqué fue para mí como un sueño hecho realidad el que me invitaran a escribir para una revista —impresa y digital—, como fue la revista Vinísfera.


Vinísfera, año 2 número 8 [2009], página 10

¡Wow! Aún con un tostón de años encima uno sigue conociéndose. Quizás porque, en los años mozos, los aceleres de la vida no nos permiten ver con la pausa necesaria las cosas, las experiencias vividas. Pero, si uno tiene suerte, la vida te permite —o te obliga— a desacelerar. Y, si no has perdido tu capacidad de asombro, encuentras en tu tesoro cosas nuevas, como dice el buen libro.

Te encuentras a ti mismo. 


Hasta la próxima.