jueves, 20 de marzo de 2025

In memoriam | Seis décadas como aficionado consumidor de vino: entrevista a don Carlos Villarreal (Tercera entrega de cuatro)

Don Carlos Villarreal
en una de sus evaluaciones de vinos

 

Seis décadas como aficionado consumidor: entrevista a don Carlos Villarreal (Tercera entrega de cuatro)

[ Entrevista realizada el 20 de enero de 2011 ]


“Ni el color ni las famosas ‘piernas’ del vino las tomamos en cuenta en nuestras evaluaciones”, comenta don Carlos. Esto le recuerda que, en una ocasión, cuando aún asistía a catas de promoción de vinos, el catador que exponía el vino hacía notar las “piernas” que se formaban con cada uno que se daba a probar a los asistentes. Él entonces le preguntó al catador: “¿Significa que el vino que hace piernas es de buena calidad?”. “No”, respondió el catador. “Entonces” — dirigiéndose a mí, pregunta— “¿para qué lo menciona? Hacer notar las ‘piernas’ del vino equivale a decir: ‘¡Miren, el vino moja!’ Todos los vinos mojan; el corriente y el fino mojan. ¿Para qué lo incluyen dentro de su rollo si no es indicador de calidad?”. La respuesta no tarda en salir de él mismo: “Es parte de la falsa tramoya que le dan al vino. Eso es un truco para involucrar a la gente”.

 

Don Carlos aplica el término “catador” para referirse a toda aquella persona —ya sea sommelier o no— que es contratada para “hablar bonito” de un vino y que lo hace utilizando un lenguaje extravagante y sofisticado para mencionar las virtudes de esta bebida. “Los catadores son promotores comerciales y tienen un compromiso con el que les paga”, expresa totalmente convencido. “¿Qué pasa si un catador dice a quien lo contrata: ‘Oigan, su vino está saturado de taninos’? En ese momento pierde su trabajo y consiguen a otro que diga: ‘Los robustos taninos de este vino le dan personalidad y categoría’, aunque te quede todo fruncido el maxilar después de tomarlo”, dice riendo al imaginar la situación. “Muchas veces pienso que, sean verdad o no las virtudes del vino catado—, tienen que decirlo”, es la conclusión a la que llegó.

 

Por eso ya no va a catas de vinos, y prefiere probarlos con su grupo de amigos para formarse un juicio propio, el cual compartirá —o no, dependiendo del resultado— en su próxima reseña.

 

¡Ah! Y cómo olvidar la anécdota que me contó sobre una cata a la que asistió, donde percibió que había “paleros”. Esa vez, después de terminada la presentación de los vinos de una bodega sudamericana que recién entraba al mercado local, el expositor mencionaba que, por esa ocasión, los vinos presentados tendrían un precio especial a quien quisiera adquirirlos en ese momento. Tras mencionar el expositor el precio especial de uno de los vinos mostrados, un asistente a la cata dijo en voz alta: “¡Quiero cinco!”. Esto le llamo la atención a don Carlos, y así quedó. A él le interesó uno de los vinos probados para reseñarlo, pues apenas iniciaba con su columna. En la mesa de exposición dijo que le interesaba adquirir tal vino, pero que necesitaba que se emitiera una factura a nombre del periódico (todos los vinos que adquiere para reseñarlos en su columna se facturan a El Norte). El expositor replicó que no traía facturas consigo, pero que le llevaría el vino y la factura a lugar que le indicara. Así pues, don Carlos dio los datos de su casa y esperó al día siguiente a que le llevaran el vino y el documento. Cuál no sería su sorpresa cuando vio que quien llegaba a su domicilio a hacer la entrega esperada era la misma persona que había dicho públicamente que quería adquirir cinco vinos durante la cata. Mientras ríe, don Carlos me pregunta: “¿Cómo ves? ¿”Palero” o no?”

El descaro y la falta de pericia de esos organizadores en montar su farsa nos arranca una buena carcajada.

[Si desean escuchar de viva voz a don Carlos contando esta anécdota, denle play a este archivo]

 

En un país como México, en el que el consumo del vino no se da de manera natural comparado con otros países, es evidente que en fechas recientes ha habido una estampida de nuevos aficionados al vino, lo cual para don Carlos es bueno porque significa que hay más gente interesada. Sin embargo, él detecta un problema en esto: “En la formación de esos nuevos aficionados mucho han intervenido los catadores. Y lo que pasa es que entre los aficionados que los escuchan permea ese estilo y esa forma, creándose un mimetismo, por lo que los espectadores salen con las mismas actitudes de sofisticación y extravagancia del catador“, puntualiza.

 

Y va más allá al preguntar: “¿Hasta qué punto las catas de vino realmente benefician al consumidor?” Para él, el mundo del vino, del consumo y de la promoción, se ha rodeado de muchas expresiones y lenguajes que no tienen sentido, que son ficticios. Todo esto es producto del marketing aplicado al vino, y que le ha traído más perjuicios que beneficios.

 

“No conozco otro producto comercial con más efecto de marketing en contra de consumidor que el vino”, dice categórico don Carlos. “Incluso el efecto es más fuerte que en los autos Rolls Royce o los diamantes. Si lo comparas con un producto de consumo cotidiano como el aceite comestible, la variación va de entre $15 a $30 pesos el más caro. Bueno, el vino más barato que se consigue en el mercado local es de $40 pesos por botella, mientras que el más caro cuesta $60000 pesos la botella. ¿Hay diferencia de calidad que realmente justifique ese margen de más de 1500 veces entre uno y otro? Yo creo que no, y esa variación es creada artificialmente por el marketing. Otro ejemplo es el famoso Chateau d’Yquem, que era el preferido de Sir Winston Churchill, quien lo dijo muchas veces, y por eso es el vino Sauternes más caro. Marketing. Esto sucede porque hay gente, muy poca, pero que sí lo paga”.

 

Don Carlos involucra en la plática otra situación, que es cuando en un cierto año alguna bodega saca al mercado sus vinos etiquetándolos como cosecha histórica o la cosecha del siglo. “Para empezar”, pregunta, “¿quién es el que dice que es la mejor cosecha: el consumidor o el productor? Así de sencillo. Con ese marketing resuelven el problema de exceso de producción de uva y vino, y hasta lo venden más caro”.

 

En su percepción, el marketing también se encuentra en el lenguaje y actitudes que transmiten los catadores. Para él, tomar vino debe ser algo tan sencillo como comer pan. “Un vino adecuado, una copa limpia, sencillez al servirlo y al tomarlo, sin decir que se haga con actitudes de patán”, aclara. “Pero, ¿qué pasaría si vas a un restaurante y te traen el pan, tomas un pedazo y los giras con delicadeza y lo acercas a la nariz para olerlo? Seguramente se va a reír la gente que te vea. Ah, pero si se hace con una copa de vino es bien visto. ¿Porqué?”

 

Esta falsa atmósfera creada alrededor del vino ha hecho que beberlo parezca complicado, lo cual no es verdad. “El vino debe saber a mosto vinificado. Nunca he probado un vino que tenga aromas a frambuesa, zarzamora, regaliz y musgo de los Pirineos”, dice en tono un tanto irónico. “El vino huele a vino y sanseacabó. Además, el vino no necesita de esos aromas para ser delicioso, hombre. Eso de los aromas en el vino es marketing también. Sus aromas deben ser los correspondientes al vino y se acabó”.

 

¿Entonces cualquiera puede disfrutar del vino?, le pregunto.  Don Carlos responde: “Yo digo que quien tiene capacidad para distinguir un buen jugo de naranja —fresco, en su punto, que no esté ‘pasado’—, tiene la capacidad para apreciar un buen vino”.

 

Maridajes musicales como los que hacía cierto crítico de vinos del New York Times, son para don Carlos esnobismos sin sentido que no benefician realmente al consumo del vino. Ni confía en las revistas con puntuaciones de vinos, que en un ejemplar califican muy bien algunos productos de cierta bodega, para encontrarte luego unas páginas más adelante con dos planas de anuncios de la bodega en cuestión. La suspicacia que surge es natural.


[Fin de la tercera entrega]


Hasta la próxima.


[Da clic en esta liga para leer la cuarta y última entrega]


miércoles, 19 de marzo de 2025

In memoriam | Seis décadas como aficionado consumidor de vino: entrevista a don Carlos Villarreal (Segunda entrega de cuatro)

Con don Carlos Villarreal,
don Enrique Abaroa y don José María Infante
en una evaluación para la columna "...Y al vino, vino".

Seis décadas como aficionado consumidor: entrevista a don Carlos Villarreal (Segunda entrega de cuatro)

[ Entrevista realizada el 20 de enero de 2011 ]


Retomo el tema de la preferencia y, sin más, le pregunto: ¿Nuevo Mundo o Viejo Mundo? “Ambos”, es su respuesta. Y es que afirma que, aunque hay vinos elaborados a la vieja usanza que son excelentes, también es cierto que existen vinos modernos que son muy interesantes, de lugares como Estados Unidos, Chile y Argentina. De estos dos últimos comenta que Chile tiene unos muy buenos vinos debajo de los $150 pesos [mexicanos], pero arriba de ese precio los argentinos son mejores opciones.


¿Y de México? ¿Qué opina de los vinos mexicanos? Con su amplia experiencia, don Carlos reconoce que han evolucionado mucho y que ha habido buenos vinos mexicanos. ¿Y por qué en su columna casi no aparecen? Él responde que sus reseñas tratan de ser una guía de las mejores calidades a los mejores precios, y que los buenos vinos mexicanos tienen precios elevados, por lo que quedan fuera. Pide que no se malinterprete esto, pues no dice que sean malos, sino que un buen vino mexicano, de $600 pesos, resulta caro al compararlo contra otras opciones de otros orígenes, de las cuales él ha probado muchísimos. “Sin quitar tampoco que, también a veces, hay vinos de $800 pesos y que, ¡ay, Dios santo!, pues, ni para dónde, por favor. Y sacarlos en la columna con 6 ó 5 de calificación, pues mejor no los saco”, comenta don Carlos. Sinceramente, tiene razón.

   “Así que, si vas a recomendar un vino de $ 600 pesos [mexicanos] cuando tienes algunos de otros orígenes que cuestan $ 300 y que son de calidad igual o superior, pues no se estaría cumpliendo el objetivo de la columna”, es su justificación y verdaderamente suena lógica.


Otra desventaja que presenta el vino mexicano, a decir de don Carlos, es su falta de consistencia. “Lamentablemente me he encontrado con algunos vinos mexicanos de buena calidad que a la añada siguiente lo vuelves a tomar y fue inconsistente la calidad. Por ejemplo, un Marqués de Murrieta Reserva siempre está perfecto en su rango de precio, no anda con altibajos de calidades, pero eso sí pasa en los vinos mexicanos; al año siguiente más caros, pero con bajones en su calidad”.

 

El tema de la calificación de las cosechas no queda fuera de nuestra conversación, y don Carlos piensa que eso tenderá a desaparecer. Así lo explica: “Tengo entendido que a una bodega tradicional o seria no le conviene que el vino que hace cada año ande de arriba a abajo en calidades (que el 2004 sea excelente, pero 2005 salga regular). Así que, cuando en un año el vino va a ser de muy buena calidad, le ponen otro nombre; y cuando sale de mala calidad, le ponen otro nombre, para no quemar su vino de línea. Y por supuesto, con precios más altos o bajos. Y así pueden tener, dentro de la misma calificación de la Denominación de Origen, tres vinos Reserva, pero de calidades y precios diferentes”.

 

Insiste en que ahora, con los avances en la enología, ya es posible para las bodegas sacar vinos con un rango de calidad muy similar al año anterior, cambiando para eso los porcentajes del coupage*. Aquí es donde cabe hacerle la pregunta: ¿qué tan importante para él es la intervención del enólogo?, a lo que contesta simple y llanamente: “el enólogo es el héroe del vino”.  Y hace la siguiente analogía: “Si vas a Puebla y buscas el mejor mole que se hace allá, encontrarás que es la cocinera la que hace la diferencia, aunque todos usen los mismos ingredientes. Lo mismo sucede con el enólogo”.

 

Coupage” y “enólogo” son términos que, puestos sobre la mesa, obligan inmediatamente a tocar el tema de los vinos monovarietales comparados con los vinos de mezclas. “Es una moda que empezó en el Nuevo Mundo”, comenta don Carlos. “Antes, en los 40’s, 50’s y 60’s, los vinos no decían de qué uvas estaban hechos. Si te fijas en la lista de precios de un négociant de Burdeos, te das cuenta de que los vinos más baratos son los monovarietales, y es lógico, pues sólo llevan una uva y es el más barato de hacer. ¿Qué requiere más cabeza del enólogo: el monovarietal o el coupage? Es como en un laboratorio de perfumería, que es más barato hacer un extracto de jazmín que un Chanel No. 5 que lleva como veintitantos componentes y debe salir justo. Ahí sí se necesita un maestro perfumero, pero bueno”.

De esta manera, por medio del marketing es que se fabricó el interés por los vinos monovarietales, que cuesta menos producir y se pueden vender más caros.

Y añade: “También es parte del marketing sacar variedades al mercado, como hace unos años con la uva carménère. Crean la moda, el mercado, la demanda, y luego pasa que no tienen suficiente para abastecer al mercado. Quién sabe qué te estén vendiendo en realidad”.

 

“La variedad de la uva no determina la calidad del vino”, dice convencido, “ya que para evaluar la calidad se necesita considerar tres cualidades básicas: aroma, sabor y persistencia. Así lo hago para las reseñas que publico en el periódico”.

¿Y dónde queda el color en su evaluación?, fue mi siguiente pregunta. Don Carlos, sonriendo, recuerda que alguna vez en la redacción del periódico le cuestionaron el porqué no mencionaba al color en sus reseñas, si era algo “muy atractivo del vino”. La respuesta de él fue: “¿Tú comprarías un perfume por su color? ¡Claro que no! Lo compras porque te gusta su aroma. Lo mismo pasa con el vino: te lo vas a tomar, a disfrutar con los sentidos involucrados en la degustación. No te lo vas a tomar con los ojos, ¿o sí?”, dice esbozando nuevamente una sonrisa.

“De hecho, algunos de los vinos mejor calificados que hemos encontrado tienen un color poco atractivo, comparados con otros que tenían colores preciosos, pero con el aroma desvanecido, e insípido en boca. ¿De qué sirve que el vino luzca bonito en la copa?”, remata sin que evidentemente haya respuesta alguna que valga.

 

 

*El coupage es una técnica de mezclar vinos o uvas de diferentes variedades para crear un nuevo vino. El objetivo es obtener un vino con un sabor y aroma específicos, más complejo y equilibrado.

 

 [Fin de la segunda entrega] 

Hasta la próxima.

Álbumes compartidos en Facebook

Hola, mis queridos cuatro lectores. Brevemente les quiero compartir los enlaces a dos álbumes que agregué en Facebook [facebook.com/elrafaibarra], por si gustan echarles un ojito. Los más observadores habrán notado que también aparecen ya en la barra lateral de este blog.

Son estos dos álbumes:

Álbum: "Coincidencias"
Tanto del baúl de los recuerdos, como de las nuevas experiencias, estas son algunas personas con las que he tenido la oportunidad de coincidir en este viaje de vino, café, cerveza, etc.





Álbum: "Vinos probados a lo largo de los años..."
Faltan bastantes, pero no siempre les tomé foto a todos los vinos que llegaba a probar. Pero creo que es una buena muestra de los estilos que he conocido.





Espero que se vayan incrementando con el tiempo estos álbumes.

Hasta la próxima.

P.D. Ah, también hay cuenta de Instagram [el.rafaibarra] y de Twitter —me niego a decirle equis— [@el_rafaibarra], por si gustan vistarlas.

Ahora sí, hasta la próxima.




martes, 18 de marzo de 2025

In memoriam | Seis décadas como aficionado consumidor de vino: entrevista a don Carlos Villarreal (Primera entrega de cuatro)

Con Don Carlos Villarreal Martínez
—20 de enero de 2011—

Mis queridos cuatro lectores, hoy empiezo con la primera entrega de cuatro artículos, dedicados a una entrevista que tuve el placer de realizar a don Carlos Villarreal, por muchos años autor de la columna "...Y al vino, vino", de la sección Buena Mesa del periódico El Norte, del Grupo Reforma.

Muchísimas personas leímos su columna, aprendimos de ella, y hasta tuvimos la fortuna de que nos regresara los correos electrónicos que le enviábamos, pues este aparecía bajo su nombre en el periódico.

Personalmente, me siento privilegiado porque tuve la fortuna de conocerlo en persona, de platicar con él largo y tendido, de compartir varias veces una buena botella de vino con nuestras conversaciones, y, por si eso fuera poco, de ser uno de los invitados por don Carlos a evaluar vinos que posteriormente saldrían en sus siguientes columnas. De genio apacible y cortés, sin dejar por eso de ser ingenioso y afilado en sus apuntes, así era don Carlos.

Y digo era, pues tristemente don Carlos se durmió en la muerte el 1 de febrero del 2023, a la edad de 89 años. "Años bien vividos", como ciertamente me comentó su hija Virginia por teléfono, quien me dice que aún lo extrañan, pero lo siguen recordando entre la familia con alegría. "Muy hospitalario, le gustaba hacer sentirse bien a las personas. Hablar con él era un agasajo, y no solo de vino, sino de cualquier tema. Era muy culto. Sabía mucho y de mucho", me dice Virginia y yo no puedo más que concordar totalmente con ella.

Hombres buenos como él merecen ser recordados.

Vaya pues, entonces, esta serie de cuatro artículos —que previamente había publicado en mi blog anterior—, como un homenaje póstumo, de mi parte, a don Carlos Villarreal Martínez. 

"...Y al vino, vino".

Seis décadas como aficionado consumidor: entrevista a don Carlos Villarreal (Primera entrega de cuatro)

[ Entrevista realizada el 20 de enero de 2011 ]

Con casi seis décadas como consumidor asiduo de vino, don Carlos Villarreal es la persona que conozco con mayor experiencia en ello.

A punto de llegar a los 1000 vinos reseñados en su columna “…Y al vino, vino” de la sección Buena Mesa del periódico El Norte, don Carlos tiene muchísimas historias en su haber, además de una firme convicción que ha formado alrededor de este tema que tanto nos gusta: el vino.

 

El consumo del vino, algo tan común en otros lugares, e incluso en otras épocas de nuestro México, ha dado paso a algo que se ha dado por llamar “la cultura del vino”. En ocasiones no se hace distinción entre una cosa y otra, y, sin embargo, su naturaleza es completamente diferente. El primero se da de manera natural al ver al vino como un alimento, una vianda más en nuestra mesa; mientras que la segunda ha tenido que ser empujada, en los nuevos tiempos, por los productores, apoyados con expositores y sommeliers, creando una atmósfera de sofisticación alrededor de esta milenaria bebida.

 

Lo anterior queda claro al momento de platicar con don Carlos Villarreal Martínez, quien, a sus 77 años de edad, recuerda con gusto cómo, en la casa familiar, su padre acostumbraba a acompañar la comida con vino, en su natal Tampico, Tamaulipas. Su padre les daba a probar traguitos a él y sus hermanos, y desde entonces le agarró el gusto.

 

Aficionado a la buena música también, don Carlos recuerda lo que compró con su primer sueldo, a la edad de 20 años: un disco y una botella de vino blanco riojano, de la bodega Carlos Serres, la cual regaló a su padre, y con la que acompañaron un rico huachinango al horno, cocinado por su madre. Desde entonces no ha pasado una sola semana en que al menos una botella de vino sea abierta en su mesa.

 

Hoy en día, ya retirado, tras haber trabajado muchos años en el ámbito financiero, me cuenta que llegó a trabajar a Monterrey en 1963, encontrando una ciudad con una pujanza económica impresionante, pero con muy pocas opciones de vino y gastronomía a las que él se había acostumbrado en Tampico. Don Carlos asegura que, debido a la gran colonia española asentada en ciudades como Tampico, Torreón y Veracruz, es que se disponía de muchas más opciones que en Monterrey, donde predominaba el consumo de cerveza y whisky. Según cuenta, aquí sólo había una tienda de vinos que se llamaba “Vinos y licores del Centro”, apenas visible, en el centro de la ciudad, sobre la calle Padre Mier. Fuera de eso, se hallaba un poco de vino de mesa con los mayoristas de licores que surtían a las cantinas, y “los vinos asoleados del súper”. Varias veces tuvo que pedir que le enviaran vinos y jamón serrano desde Tampico.

 

Sabiendo lo anterior, no es de extrañar que la mayoría de los vinos que él ha probado sean españoles. ¿Cómo eran esos vinos comparados con los actuales? Don Carlos corrobora que, gracias a los avances en la enología, los vinos actuales son mucho mejores a los que acostumbraba a beber en su juventud. “En ese entonces, una botella de vino que se abría a la hora de la comida, para las ocho de la noche ya sabía algo mal”, me comenta. “Los españoles tienen una expresión para eso: decían que ese vino se ‘tuerce’”.

  

A la pregunta de por qué los vinos españoles han predominado en su consumo personal, así como en las reseñas de su columna, don Carlos es contundente: porque son los vinos que presentan la mejor relación precio-calidad del mercado local.

 

Aprovecha entonces para explicarme que su columna, que escribe desde 2003, está dirigida a gente aficionada o que apenas se está iniciando en el consumo del vino de mesa de las clases media y baja. “De ningún modo va dirigida a quien no tiene límite para pagar por una botella”, dice.

   Y es que recalca que, en una economía como la nuestra, es importante conocer el precio del vino para saber si una compra es conveniente. Menciona que existen revistas (y yo agregaría, blogs) en que el precio es irrelevante al momento de calificar, pero en México no tenemos una economía que permita ignorarlo como factor de decisión.

 

Ya que hablamos de calificaciones, me explica cómo es que realiza las catas para su columna: invita a su casa a dos o tres amigos aficionados, que no tienen negocios relacionados con vino, a probar los vinos que él mismo compró, ya sea en una tienda especializada, con algún distribuidor de vinos local, en centros comerciales o en supermercados. Sus catas no son a ciegas, sino que obtiene información de los vinos en cuestión, como su ficha técnica o lo que digan las guías de vinos de sus países, para contar con una referencia. Después de probarlos hacen las preguntas importantes: ¿cuánto cuesta?, ¿lo comprarían a ese precio?, y ¿cómo resulta comparado con otros vinos de características y precios similares previamente probados? Basados en las respuestas otorgan una calificación que puede ir del cero al diez, siendo ésta a más alta calificación, y que ha otorgado una sola vez en los 7 años de la columna. ¿El motivo? Ése vino tenía la calidad de los mejores vinos que ha probado, incluyendo vinos de más de 1000 pesos [mexicanos], pero costaba menos de $500. Eso le dio el plus para obtener tan alta calificación.

 

Hay que aclarar que don Carlos tiene un acuerdo con el periódico de no incluir reseñas de vinos que obtengan debajo de 7 puntos, para no desperdiciar el valioso espacio físico de ese medio impreso.

 

¿Y cómo llegó a escribir para El Norte? Don Carlos participaba desde 1982 cocinando en un festival de paellas que se hacía en Acapulco, organizado por La Cofradía del Arroz, y que era cubierto por El Norte al principio, y posteriormente por el periódico Reforma, con quienes compartía la receta de su paella. En 2001 lo invitaron como consejero editorial de la sección Buena Mesa; fue reelegido en 2002, y al terminar su período lo invitaron para escribir una columna sobre vinos. Él aceptó siempre y cuando fuera desde el punto de vista de un aficionado consumidor, con lenguaje directo, sin extravagancia ni complejidades, además de que no aceptaría línea editorial y le debían asignar un presupuesto adecuado para comprar los vinos a reseñar. El periódico estuvo de acuerdo y desde la primera prueba, el 11 de junio de 2003, cada catorce días sale su columna en la sección Buena Mesa.


[Fin de la primera entrega]


Hasta la próxima.

[Da clic en esta liga para leer la segunda entrega]


sábado, 15 de marzo de 2025

¡Que vuelva Vinos y Vinos, parfavar!

Tienda Vinos y Vinos —hoy cerrada— que estaba en la colonia del Valle,
en San Pedro Garza García, Nuevo León.

¡Oh, mis queridos cuatro lectores! ¡Cuánto se extraña a aquella magnífica tienda llamada Vinos y Vinos, que los regios teníamos tan cerca!


Bien dice el refrán: "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido". Lo teníamos todo y no lo sabíamos —snif—.

   Y es que, después de la plática de esta semana con Álvaro Ptacnik, de vinos Shimul (aquí pueden leer esa nota), le comentaba lo difícil que es para nosotros, los amantes del vino mexicano en Monterrey, ver que el abanico de opciones no se abre a más de lo mismo —sin demeritar a nadie, eh, que conste—.

   Fue entonces que le hablé de cómo extraño la tienda Vinos y Vinos, de Juan Mijares —a quien el Ing. Ptacnik se refiere cariñosamente como "Juanito"— , quien se embarcó en esa audaz aventura de acercarnos, a nosotros los regios, a diversos vinos, claro que de otros países también, pero principalmente de México, algunos que no se encontraban en ninguna otra tienda del estado, ya sea por ser de pequeños productores o poco conocidos, comparados con las mega vitivinícolas nacionales, pero no por eso de baja calidad.

Interior de la tienda Vinos y Vinos


Interior de la tienda Vinos y Vinos


Desde que por diversas razones —que no nos atañe discutir— esa entrañable tienda tuvo que cerrar, los regios nos hemos visto privados de cosas excelentes al alcance de un viaje corto en automóvil.

Ahí conseguía con facilidad los vinos Shimul, como este vino de Bruma.

Vino de Bruma 2007, vinos Shimul

O este vino blanco de la Estación Porvenir.

Estación Porvenir blanco 2007

Este Vinisterra Grenache Tempranillo 2002, uno de los mejores vinos mexicanos que he probado en mi vida, y que le encantaba a todos a quienes se los recomendaba.

Vinisterra Grenache Tempranillo 2002


La línea completa de vinos Fratelli Passini, del Ing. Alejandro Cabello Passini —un tipazo—.

El escuadrón completo de Fratelli Passin


Este vino Del Viko, de la vinícola del Dr. Victor Torres Alegre, enólogo legendario de la región vitivinícola de Ensenada.



Y muchos vinos más. Pero no únicamente vendían vinos mexicanos, sino otros productos buenísimos de Ensenada, como aceites de oliva deliciosos.

Ahí compramos este delicioso aceite de oliva Shimul, el cual le enseñé a Elsa a catar, por eso está servido en una copa. 

Nota al pie de página: fue Juan Pablo Núñez (de Bodegas de Santo Tomás) quien me enseñó a catar aceite de oliva, pero "esa es otra historia", como dijo la nana Goya.

Aceite de oliva Shimul, Bola Raya

Existen tiendas como La Contra (lacontravinos.com), con sucursales en Ensenada, Guadalajara, Oaxaca y Ciudad de México, donde sí se pueden encontrar estos vinos mexicanos, como los vinos Shimul.

   Pero en Monterrey, siendo un mercado tan atractivo como competitivo, se ocupa de un grupo de valientes inversores y defensores del vino mexicano —no de dientes para afuera ni sólo cuando están chupando a gusto—, que en realidad quieran promocionarlo. No sólo tomar pedidos y enviar paquetes. Nah, eso no es promocionar el vino mexicano.
   El Ing. Ptacnik mencionó que se ocupa alguien que en realidad promueva: haga eventos, busque colocarlos, "como lo hacía Juanito".

Mientras tanto, los verdaderos amantes del vino mexicano en Monterrey, aquellos que no somos conformistas y que sí nos aventuramos a probar cosas diferentes, los que tenemos los arrestos —dije arrestos, eh— necesarios para salir de nuestra zona de confort y darle oportunidad a lo desconocido, seguiremos comprando directamente con estas vinícolas, mientras soñamos con volver a ver ese letrero desplegado orgullosamente...



Ojalá.

Juan Mijares (Vinos y Vinos), Salvador Costa Artigas (Comvinart), Gonzalo Sáenz de Samaniego y MaAsu Sáenz de Samaniego de Bodegas Ostatu.




Hasta la próxima.




viernes, 14 de marzo de 2025

Álvaro Ptacnik y vinos Shimul: 35 intensos años de amor por el vino mexicano...¡y los que faltan!

Álvaro Ptacnik orgulloso de sus vinos
(Foto tomada de Facebook)

Mis siempre fieles cuatro lectores, difícilmente un verdadero amante del vino mexicano desconoce el nombre de este alegre y amable ingeniero agrónomo que incursionó con todo en la vitivinicultura de Ensenada: Álvaro Ptacnik

Nota al pie de página: el apellido correcto es Ptacnik, no Ptanick o Patnick como me ha tocado verlo en algunas publicaciones impresas y digitales.

Álvaro comenzó a trabajar en vinos L.A Cetto, luego en vinos Domecq, y su actividad como ingeniero agrónomo lo llevó al Valle de Guadalupe donde creó su vinícola: vinos Shimul (shimul.net).

En una entrevista que Álvaro dio hace un tiempo, explicó que Shimul nació con el acercamiento que tuvo en el Valle de Guadalupe. "En 1990 hacemos nuestra primera cosecha, sin embargo, para esas fechas aún no lo comercializábamos, sólo era un proyecto que elaborábamos para el consumo personal y de varios amigos; y gracias a la gran demanda que tuvimos, comenzamos a verlo como un negocio", comentó.

¿Que si Álvaro le tiene cariño al Valle y a sus colegas? Él mismo responde: "Afortunadamente, Shimul siempre ha sido apoyada por los demás productores de las vinícolas". Para muestra un botón, y en esa entrevista habló de cómo el primer lugar donde pudo ir a jugar con la elaboración de sus propios vinos fue en Bodegas de Santo Tomás.

Si hay algo que siempre ha buscado Álvaro es lograr en Baja California —el área vinícola de México con las mejores condiciones para esta actividad— el apoyo que se está dando en otra áreas del país donde se produce vino, lo que, sin duda, beneficiaría a los productores, pero a nosotros los consumidores también.

Pero bueno, dejémosles los asuntos políticos a los que no saben, digo, a los que saben de eso.

En la propia página de vinos Shimul (shimul.net), viene el significado del nombre, el cual reproduzco a continuación:


La palabra SHIMUL es un término YUMANO (lengua madre o tronco lingüístico común de todos los grupos indígenas del sur de California, parte de Arizona y norte de la península de Baja California) se refiere a la forma de organización social y se traduce como Clan o Grupo.


Esto nos deja claro lo importante que es para Álvaro formar una familia, un clan, un grupo que sea fuerte. Familias fuertes producen sociedades fuertes.


¡Bien por Álvaro y su familia! Eso es lo que se necesita para fomentar el vino mexicano.

Esta semana recibí un correo de él, pues supo que ya andamos de vuelta.


Tras echar una sabrosa plática telefónica —qué padre hubiera sido que fuera en persona con una copita en mano, caray—,  acordó enviarme un artículo de un blog que conozco desde hace tiempo llamado Copas y Corchos, de José Sandoval —aka Dr. Salsa—, del cual aquí les comparto la liga. Si el inge lo recomienda, lo leemos.


Platicamos de la dificultad para conseguir sus vinos en Monterrey, pero eso dará para otro artículo —próximamente—, pero él se comprometió a decirle a su hija Miren, quien le apoya en este proyecto, que me contactaría vía Whatsapp para pasarme la lista de precios, a fin de poder hacerle mi pedido.

Y, a su vez, Miren ya me autorizó a compartirla con ustedes, aclarando que son los precios vigentes al día de hoy 14 de marzo de 2025. Como no sé cuando vayan ustedes a leer este artículo (en algunos meses o años), quizás haya cambiado el precio para entonces, así que se pueden poner en contacto con ellos. Más abajo pondré cómo los pueden contactar. Por lo pronto, la lista de precio al público es la siguiente.



De una vez aclaro que yo no recibo ni un quinto por promocionar, ni estos vinos ni ningunos otros. Algunos dirán que soy un tonto por no sacar raja, pero yo me mantengo fiel a mis principios editoriales (aquí los leen por si nos los recuerdan).

Mi integridad y franqueza de expresión son más valiosas para mí.


Lo que sucede es que me da coraje que habiendo tan buenos vinos en México —como estos en cuestión y otros más que conozco—, no haya ni la promoción suficiente ni los medios que nos faciliten conseguirlos. Nos estamos perdiendo de grandes cosas, caramba.


De los vinos de Álvaro, he tenido la fortuna de probar Albarolo —su vino insignia, sin duda—, Yumano, Shimul 440, Kórima y Vino de Bruma (este es dulzón, para quienes cuyo paladar gusta de este sabor).


Pueden contactar a vinos Shimul por estos medios:


Yo no sé ustedes, pero yo ya ando organizando una vaquita con mis amigos amantes del vino, para mandar pedir algunos de los vinos de Álvaro y compartir con ellos la experiencia de probar vino de su tierra. 

Eso y repartir el costo del flete, claro. Recuerden que somos regios. ;-)


¡Muchas felicidades estimado Álvaro Ptacnik y familia! Que vengan muchos años y vinos más. 

Y gracias por todo el esfuerzo que haces —y que muchos ni saben— por elevar la calidad del vino mexicano.

Un abrazo desde Monterrey.

Elsa y yo con el Ing. Álvaro Ptacnik
Fiesta del Ejido El Porvenir, Ensenada
14 de agosto de 2008

Hasta la próxima.




jueves, 13 de marzo de 2025

Gary Vaynerchuk | The one and only - He's the man!


Mis siempre atentos cuatro lectores, diré que me siento obligado a escribir este artículo. ¿Por qué? Pues porque, ahora que regreso al mundo de la blogueada, me consterna ver que muchos de los nuevos consumidores de vino no saben quién es este referente, este gran impulsor anti snob del vino, ni más ni menos que Gary Vaynerchuk (garyvaynerchuk.com/).

¿Quién es este tipazo? Sin lugar a dudas, el creador del primer video wine blog, en su canal de YouTube llamado WineLibraryTV (youtube.com/@WineLibraryTV).

Miren, este fue su primer episodio, transmitido el 17 de mayo de 2006. ¡Hace casi 19 años!


Todos los que veíamos sus videos quedábamos encantados con su personalidad animosa, tranquila y sin poses.




Por un tiempo dejó de hacer sus catas semanales, pero ha vuelto a poner algunos videos y, a la fecha de este artículo, ha subido ¡1004 episodios!



Pero no sólo salía en su canal de YouTube, sino que se generó tanta fama que hasta lo invitaban a programas de televisión como el de Conan O'Brien y el de Jimmy Fallon. De este último es el siguiente video.



Es un agasajo —como dice mi amigo Kike— volver a ver los videos del Gary Vee.

Sería una lástima que los nuevos aficionados al vino no conocieran de su manera de catar, de expresarse, de divertirse en este maravilloso mundo del vino. 
Es necesario que sepan que él fue el pionero del video blog —o vlog— sobre vino.

Y es que, como dicen, "el que no conoce a Dios a cualquier barbón se le hinca". Veo con disgusto una buena cantidad de imitadores del buen Gary, inventándose una personalidad que no tienen para tratar de parecerse al original. Creándose un personaje para tratar de impresionar. Dan penita ajena (o cómo dicen ahora, dan cringe).

Como decía el anuncio de un juguete de mi infancia: "No acepten imitaciones".

Aprendamos de uno de los personajes más influyentes de los últimos años en la promoción del mundo del vino, sin poses.

Como tenía —o tiene— a bien decir el gran sommelier René Rentería: "El vino es goce, no pose".

Hasta la próxima.



miércoles, 5 de marzo de 2025

Sembrando


Mis queridos cuatro lectores, les quiero compartir una reflexión, si me lo permiten en esta ocasión, por favor.

Gracias.

En traducción libre al español, lo que dice la imagen que encabeza este artículo es: 

"Una sociedad crece grande* 

cuando las personas mayores 

plantan árboles bajo cuya sombra 

ellos saben que nunca se sentarán"


*grande proviene de  greatness, es decir, grandeza.


Un camarada, al que le compartí esta imagen, me dijo: "Hay una frase que me gusta mucho que dice: El legado es sembrar una semilla que nunca verás crecer".

Eso me recordó una poesía que me tocó declamar en la secundaria, en un concurso, y que a continuación transcribo:


SEMBRANDO

Autor: Marcos Rafael Blanco Belmonte


De aquel rincón bañado por los fulgores

del sol que nuestro cielo triunfante llena;

de la florida tierra donde entre flores

se deslizó mi infancia dulce y serena;

envuelto en los recuerdos de mi pasado,

borroso cual lo lejos del horizonte,

guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,

del sembrador más raro que hubo en el monte.


Aún no se si era sabio, loco o prudente

aquel hombre que humilde traje vestía;

sólo sé que al mirarle toda la gente

con profundo respeto se descubría.

Y es que acaso su gesto severo y noble

a todos asombraba por lo arrogante:

¡hasta los leñadores mirando al roble

sienten las majestades de lo gigante!


Una tarde de otoño subí a la sierra

y al sembrador, sembrando, miré risueño;

¡desde que existen hombres sobre la tierra

nunca se ha trabajado con tanto empeño!

Quise saber, curioso, lo que el demente

sembraba en la montaña sola y bravía;

el infeliz oyóme benignamente

y me dijo con honda melancolía:

—Siembro robles y pinos y sicomoros;

quiero llenar de frondas esta ladera,

quiero que otros disfruten de los tesoros

que darán estas plantas cuando yo muera—.


—¿Por qué tantos afanes en la jornada

sin buscar recompensa?— dije. Y el loco

murmuró, con las manos sobre la azada:

—«Acaso tú imagines que me equivoco;

acaso, por ser niño, te asombre mucho

el soberano impulso que mi alma enciende;

por los que no trabajan, trabajo y lucho;

si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!


»Hoy es el egoísmo torpe maestro

a quien rendimos culto de varios modos:

si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.

¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!

En la propia miseria los ojos fijos,

buscamos las riquezas que nos convienen

y todo lo arrostramos por nuestros hijos.

¿Es que los demás padres hijos no tienen?...

Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre

y, en las guerras brutales con sed de robo,

hay siempre un fratricida dentro del hombre,

y el hombre para el hombre siempre es un lobo.


»Por eso cuando al mundo, triste, contemplo,

yo me afano y me impongo ruda tarea

y sé que vale mucho mi pobre ejemplo

aunque pobre y humilde parezca y sea.

¡Hay que luchar por todos los que no luchan!

¡Hay que pedir por todos los que no imploran!

¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!

¡Hay que llorar por todos los que no lloran!

Hay que ser cual abejas que en la colmena

fabrican para todos dulces panales.

Hay que ser como el agua que va serena

brindando al mundo entero frescos raudales.

Hay que imitar al viento, que siembra flores

lo mismo en la montaña que en la llanura,

y hay que vivir la vida sembrando amores,

con la vista y el alma siempre en la altura».


Así dijo el loco, y con noble melancolía

por las breñas del monte siguió trepando,

y al perderse en las sombras, aún repetía:

—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!...»


Ahora, a mis cincuenta y tantos años, le veo un sentido mucho más amplio, diría que más aterrizado, a las palabras de Blanco Belmonte.

Y hoy veo con tristeza como este mundo promueve el ensimismamiento egoísta, con lo cual la gente —y sobre todo, los jóvenes— tienen la mentalidad del "what's in for me?", es decir, "¿y yo qué gano?".

Es triste saber que jóvenes, al ver como sus padres están batallando para cuidar a los abuelos, espetan fríamente frases como "Ni crean que yo voy a batallar así. Para eso están los asilos". 

Qué buen trabajo está haciendo este mundo en acabar con el cariño natural, como dice el buen libro.

Qué diferente sería si cada uno desde su propia trinchera, desde donde pueda y decida, por amor y no por obligación, se esforzara por hacer algo por los demás.

Quizás no alcancemos a escuchar un "gracias" por lo que hagamos, pero, como dijo el loco: 

«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!...»


Foto tomada de Internet


Hasta la próxima.