viernes, 18 de abril de 2025

José Luis Ibarra Ríos | El hombre más grande

Este 21 de abril, se cumplirán tres años, mis queridos cuatro lectores, de que el hombre más grande que he conocido se haya dormido en la muerte. Por supuesto, sé que el buen libro indica claramente que Jesucristo fue el hombre perfecto más grande que ha pisado este planeta. Pero, para mí, el hombre imperfecto más grande de todos los tiempos que ha pisado la Tierra fue José Luis Ibarra Ríos, mi papá.

Mi papá: José Luis Ibarra Ríos

Creo que si Diógenes de Sinope, mientras caminaba en pleno día con su lámpara encendida buscando a un hombre honesto, se hubiera encontrado con papá, tras haber platicado un rato con él habría apagado de inmediato su lamparita y hubiera regresado a casa satisfecho al haber encontrado un hombre, en toda la extensión de la palabra.


Los hombres buenos merecen ser recordados.


Papá no tuvo una infancia fácil, tras haber quedado huérfano de padre desde los 13 años. Siendo el tercero de cuatro hijos, fue el que más ayudó a su mamá, abuelita María. Dos de sus hermanos adquirieron una enfermedad que los tuvo postrados en cama hasta su muerte, y recuerdo acompañarlo a un asilo en Villa de Santiago donde estaba tía Lupita, su hermana mayor. 

Papá no terminó la preparatoria —eran otros tiempos—, sin embargo, creo que su inteligencia, únicamente superada por su gran amabilidad, junto con el ejemplo que le dio su mamá sobre la importancia de trabajar con esfuerzo y dando lo mejor, le ayudó a ir avanzando desde mensajero en Cervecería Cuauhtémoc, hasta llegar a trabajar en áreas administrativas del Grupo Alfa, allá en el famoso edificio de Carrizalejo, por donde estuvo el Planetario Alfa.

Recién casado, él y mamá se fueron a Puebla, pues había un proyecto de una nueva planta de Hylsa en Xoxtla. Y allá nacimos los cinco hermanos que somos. Pipopes, jajajaja. Mamá siempre nos dijo que pipope significaba "pieza poblana perfecta". 


El reloj de papá

Aunque trabajaba mucho, papá siempre hizo lo posible por estar presente con nosotros, llevándonos al parque, al club recreativo Alfa Dos, y motivarnos a progresar y desarrollarnos. Y lo logró: él sin terminar prepa y con cinco hijos, todos graduados universitarios.


40 aniversario
—Junio 2008—

Papá amaba la naturaleza. Siempre que pudo, desde que en 1980 nos trasladamos a vivir en Monterrey —más precisamente, en San Nicolás de los Garza—, hacía sus escapadas a Chipinque. Y si se podía alejar más, se escapaba con mi hermano Luis a algún sitio en Zaragoza, Anáhuac y lugares parecidos donde pudieran poner su tienda de campaña y dormir con las estrellas como techo. Papá adoraba eso.



 

Víctima de problemas cardíacos que lo llevaron al hospital y al quirófano varias veces —y que finalmente le cobraron la factura—, hacía lo posible por seguir yendo a la montaña. 



Agradecido, recuerdo algunas veces que, sin más, pasaba por él y nos íbamos a su amado Chipinque, aunque fuera a la meseta a caminar un poco y tomarnos un cafecito.




Siempre estuvo preocupado por el bienestar de sus hijos, de sus nietos, de sus amigos —le encantaba ir a Puebla, por el buen clima, y para saludar a algunos amigos de trabajo que aún vivían allá—. Su corazón altruista siempre fue buen ejemplo para nosotros.








Son tantas las cosas que podría contar de papá, que no acabaría, la verdad. Pero sí les voy a contar esta.

Un día, cuando yo estaba haciendo prácticas profesionales en una empresa de Informática, llega a la oficina el que era mi jefe —Gilberto se llamaba— y me dice con cara alegre: "Conocí a tu papá". Yo, sorprendido le pregunté que dónde, y mi jefe —que era de Michoacán— me explicó que él y su novia estaban buscando casas para comprar.  La novia seguía en Michoacán, y mi jefe tenía la encomienda de buscar la casa en Monterrey, así que llegó a la empresa fraccionadora y constructora donde papá trabajaba en esos años y dijo que estaba interesado y pagó el anticipo para separar una casa. Entonces, les pidió que si le podían dar una copia de la distribución de la casa para mandársela por fax a su novia. Por más que insistió, el vendedor le dijo que eso no era posible, etcétera.

Papá estaba oyendo. Cuando mi jefe sale de la oficina, papá fue detrás de él y le dijo que qué era lo que necesitaba. Mi jefe le explicó que una copia del diseño para que su novia en Michoacán viera la distribución de la casa. "Espéreme aquí", le dijo papá. Y unos minutos después, regresó con las copias que necesitaba mi jefe.

Cuando mi jefe le agradece le da su tarjeta y mi papá la ve. "Ahí está trabajando mi hijo", le dijo.

Y así, con la gran amabilidad que caracterizó a papá, fue que mi jefe lo conoció.

¿Sabía papá que Gilberto era mi jefe y lo quiso ayudar para beneficiarme de alguna manera? No, en absoluto. Así era papá, le gustaba ayudar. "Haz el bien sin mirar a quién", dice el refrán.

Disculpen, pero las lágrimas en los ojos no me dejan escribir más. Aquí concluyo.

Por mi fe, sé que volveré a ver a mi papá, y es un momento que espero con muchas ganas.

Mientras tanto, sólo me queda hacer lo mejor posible por haber merecido conocer al hombre imperfecto más grande de todos los tiempos que ha pisado la Tierra: José Luis Ibarra Ríos.

Hasta que nos volvamos a ver, papá.

Hasta la próxima.




6 comentarios:

  1. Amor eterno… Pelé

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  2. Como dice la canción: "en mundos más allá o en mundos venideros (...) envejeceremos a la vez..." Solo que, en ese entonces, no habrá vejez.

    Forza e onore, amico

    E.B.

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  3. Rafa, conforme fui leyendo lo que escribiste sobre tu padre, frente a mí se fue formando un gran lienzo con todas las vivencias comentadas, pero lo más importante es que esta pintura enmarcada refleja una gran luminosidad, mucha vida, mucho amor, admiración, etc, etc.y en la esquina inferior derecha del cuadro, la firma del autor imborrable y única; tus lágrimas que sellan y autentifican tu creación.
    Un gran abrazo

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    1. Gracias Domingo, por tus palabras. Sé que, igual que papá, tú amas la montaña y también te revitaliza y calma estar en ella cuando puedes. Un abrazo fuerte.

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Gracias por tu comentario. Este será revisado, y en caso de pasar un estricto control de calidad (jajajaja, hasta yo me la creí), se decidirá si pasa a la catafixia (donde puede mejorar o empeorar, no lo sabemos). Si eres un bot, ni lo intentes. Si no lo eres, pero quieres serlo, busca ayuda amigo(a).
Ahora sí, adelante, Shakespeare.