martes, 25 de febrero de 2025

La Historia Completa del Vino Mexicano (Abreviada)


Mis queridos cuatro lectores, en esta ocasión trataré de exponer de manera breve, resumida y sencilla lo más relevante acerca de la Historia del Vino Mexicano.

Empezaremos por decir que antes de la llegada de los españoles a nuestra tierra, nuestros antepasados indígenas ya tenían conocimiento sobre cómo elaborar bebidas alcohólicas, algunas de las cuales consumían en sus rituales y otras de manera doméstica. Bebidas como el pulque, el acachul, el chumiate, el comiteco, el zacualpan, el colonche, el xonocostle y muchas otras eran elaboradas por diferentes métodos en varias zonas de nuestro territorio.


Ahora bien, el cultivo de la vid ya en forma se dio con la llegada desde España de los conquistadores, y sobre todo de los misioneros que en 1493 plantaron las primeras vides para obtener el vino que necesitaban para sus misas.  Sí existían vides silvestres aquí (Vitis rupestris, Vitis labruscaVitis berlandieri) pero con sus frutos —demasiado ácidos— no se obtenía un vino aceptable para los religiosos españoles. Debido a esto, la primera cepa que fue traída de Europa al continente americano fue plantada en nuestro país. El nombre de esa cepa: misión.


Los primeros viñedos en México fueron plantados —obviamente— en la capital del virreinato, que estaba localizada en lo que hoy es la Ciudad de México. Desde ahí los viñedos se expandieron a todos los lugares donde se empezaron a trasladar los misioneros: Puebla, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Michoacán, Dolores, Celaya, Guerrero, el Valle de Parras, Baja California y Sonora. Podemos entonces decir que fueron los jesuitas y los franciscanos los primeros en impulsar la vitivinicultura mexicana. Por cierto, fueron los jesuitas quienes plantaron los primeros viñedos en la zona de Baja California. Los franciscanos desarrollaron principalmente la parte de California que ahora pertenece a los Estados Unidos.


Más adelante, en 1524, llegó un apoyo oficial mediante un decreto de Hernán Cortés, Gobernador de la Nueva España, el cual ordenaba a cada colono español plantar 1000 pies de vid por cada 100 indígenas que estuvieran a su servicio. Además, se ordenó que cada navío que llegara a la Nueva España trajera vides y olivos.


El vino que entonces se produjo aquí aumentó en cantidad y en calidad, tanto que los colonos españoles ya no vieron necesidad de seguir importando vino español. Esto no les gustó nada a los productores de vino de España e influenciaron al Rey Felipe II para que en 1595 —casi un siglo después de plantada la primera vid en México— lanzara un decreto que ordenaba exterminar todos los viñedos plantados en la Nueva España y prohibía plantar nuevos.  Esta orden fue atroz para el futuro del vino mexicano.  Lo bueno es que no tuvo realmente los efectos esperados por la corona española por dos sencillas razones. La primera fue que la amplitud del territorio conquistado —poco más de 2 millones y medio de kilómetros cuadrados, lo que significa cinco veces más grande que el territorio de España— hacía imposible tener un control eficaz con los pocos soldados con que se contaban. Y la segunda razón fue la negación por parte de los religiosos de cumplir la orden fundamentándose en que el vino era indispensable para sus ceremonias, con lo que continuaron expandiendo sus cultivos. Por supuesto que sí hubo reducción en las plantaciones de la vid, pero nunca desaparecieron. Por cierto, la orden de Felipe II fue refrendada luego por Felipe III en 1610 y por Felipe IV, en 1628 y 1631.


Fuera de las congregaciones religiosas, que continuaron con la producción de uva y vino, fue Don Lorenzo García —un colono original de la región de Coahuila conocida hoy como Valle de Parras—, quien en 1597 viajó a España para solicitar al Rey Felipe II una “Merced” —dotación de tierras— con el expreso propósito de plantar viñedos para producir vino y brandy.  Quién sabe qué palabras tan persuasivas como eficaces utilizó Don Lorenzo frente a Su Majestad, pues su solicitud le fue concedida el 18 de agosto de 1597, quedando así fundada la primera empresa vitivinícola del continente americano bajo el nombre de Hacienda de San Lorenzo, lo que hoy conocemos como Casa Madero, y que es la vitivinícola más antigua de México y de toda América.


Otro hecho de importancia para nuestra historia vitivinícola nacional se da en 1791, cuando el fraile dominico José Loriente funda la misión de Santo Tomás en lo que ahora es Baja California, al sur de Ensenada, plantando los primeros sarmientos de uva misión en ese valle.


Pasó el tiempo y llegó la guerra de Independencia en 1810, tras la cual el gobierno mexicano decidió secularizar algunas propiedades religiosas, entre ellas la misión de Santo Tomás, que pasó por las manos de varios propietarios desde 1833.


En 1870 Don Evaristo Madero adquiere a unos franceses la Hacienda de San Lorenzo (la hoy bodega Casa Madero) y en 1884 viaja a Francia para traer a México las primeras cepas de aquel país.


En 1888 el italiano Francisco Andonegui y el español Miguel Ormart fundaron Bodegas de Santo Tomás y también traen a México variedades de vid que nunca se habían cultivado aquí, como son palomino, moscatel, rosa del Perú y tempranillo.


Por estos mismos años finales del siglo XIX, James Concannon también introdujo variedades francesas a la zona de Baja California, y Perelli Minetti hizo lo propio plantando sus cepas cerca de Torreón, en el estado de Coahuila.


A principios del siglo XX, específicamente en 1906, llegan al Valle de Guadalupe aproximadamente 100 familias rusas, y con el tiempo establecen pequeños viñedos y de manera artesanal comienzan a producir sus propios vinos. El florecimiento del Valle de Guadalupe se debe en gran parte a ellos.


Llegó la Revolución Mexicana en 1910 y nuevamente se pone freno al desarrollo que mostraba la vitivinicultura del país. Por si fuera poco —y por si creímos que a nosotros no nos había afectado— los avances se frustran además  por una epidemia de filoxera que diezmó nuestros viñedos.


En 1924, arriba desde Italia el señor Angelo Cetto, quien en 1926 fundó en el Valle de Guadalupe la compañía L. A. Cetto —la vitivinícola mexicana más grande— que inició elaborando vinos  fortificados debido a la tecnología con la que contaba, pues eran los que mejor soportaban el clima extremoso.


En 1931, Abelardo L. Rodríguez —que sería nombrado Presidente sustituto al año siguiente— compró Bodegas de Santo Tomás y trajo al enólogo italiano Esteban Ferro, quien importó cepas francesas e italianas, las cuales dieron un impulso definitivo a la zona vitivinícola de Baja California.

 

En 1948, quince empresas crearon la Asociación Nacional de Vitivinicultores buscando así la consolidación de la vitivinicultura mexicana, motivadas por la necesidad de contar con un órgano que representara sus intereses ante instituciones públicas y privadas locales, nacionales e internacionales. Esta Asociación agrupa tanto a los productores de la uva en el país, como a las empresas y organizaciones que se dedican a procesar la misma para la obtención de sus derivados, como la uva pasa, jugos de uva, brandy y, desde luego, los espléndidos vinos mexicanos.


En los años 40, llega desde Italia el Viticultor y Enólogo Vittorio Giaginto Bortoluz Perencin, contratado por la compañía "Productos Vinícolas de Delicias", en donde hasta finales de 1951, se dedicó a desarrollar vides para los territorios de Chihuahua y Coahuila. Persistente en su búsqueda, muda su estancia al Valle de San Juan del Río, Querétaro, en donde casi por una década, se dedica a cultivar viñedos, lo que le permitió percibir grandes semejanzas con las tierras y clima del cinturón mediterráneo. En 1972 junto con su hijo Claudio, funda “Viñedos La Redonda”, productor de los Vinos Orlandi, un rancho destinado al cultivo y cuidados de las vides para la obtención de vinos queretanos de calidad. Para este proyecto viajan a Europa e importan variedades de merlot, cabernet sauvignon, malbec, chenin blanc y trebbiano para iniciar su cultivo en el rancho.


En la década de 1970 se funda también Casa Pedro Domecq en el Valle de Guadalupe, buscando repetir su éxito con el brandy. Para esto se asoció con L. A. Cetto por 20 años, antes de ser comprada por la empresa inglesa Allied. Mientras estas grandísimas empresas crecían continuamente, pequeñas bodegas iban surgiendo en otras zonas como Querétaro, Aguascalientes y Zacatecas.


Entre 1970 y 1980 la producción se triplicó, lo que implicó un ritmo de duplicación de las áreas cultivadas cada tres años, junto con un fuerte crecimiento de las inversiones en equipos, promoción y comercialización. Este ritmo de crecimiento estaba fuertemente motivado por el proteccionismo gubernamental que prohibía la importación de vinos, por lo que varias empresas extranjeras decidieron abrir bodegas en México, entre ellas Casa Pedro Domecq y Martell.


Valle Redondo, la conocida vitivinícola de Aguascalientes, es fundada en 1964. En 1970 se establece en Zacatecas la vitivinícola Vinos Carrera. En los años 70 el catalán Francisco Domenech funda en San Juan del Río, Querétaro, una vitivinícola llamada primero Hidalgo, y después La Madrileña; hasta el año 2000 en que ya no se dedicó a hacer más vino.


Fue 1977 el año que vio nacer otra bodega en Aguascalientes: Bodegas de Haciendas de Letras.


En 1983, se funda en Ensenada oficialmente Cavas Valmar, aunque sus antecedentes datan desde el año 1919. En 1984 en Zacatecas inicia la elaboración de vinos la vinícola Cacholá.


El auge del crecimiento duró hasta 1987, basado —aunque duela reconocerlo— en demasiados vinos baratos y de calidad mediocre. Por supuesto que había honrosas excepciones, como las de las bodegas que se preocuparon por importar cepas y tecnologías europeas para elaborar sus vinos. En 1987 México ingresó al GATT (General Agreement on Tariffs and Trade) con lo que se abrieron las puertas a la importación, comenzando así las quiebras de la mayoría de las empresas vinícolas: de 60 que había, quedaron alrededor de 10 en funcionamiento. Una gran cantidad de vinos extranjeros de buena calidad y buen precio abarrotaron las tiendas. Es justo en este momento que se creó mala fama para los vinos mexicanos, cuando los comenzaron a comparar con los extranjeros. Mala fama que persiste hasta nuestros días —ya sin fundamento— en muchas de las personas aficionadas al vino que vivieron esa época, y que siguen sin darle oportunidad al nuevo vino mexicano. Pobres, de lo que se pierden.


Con mucho trabajo previamente realizado por parte de Antonio Badán (QEPD) en su rancho “El Mogor”, en 1987 salió la primera botella del vino Mogor Badán con su distintiva etiqueta. También en ese año inicia el proyecto de Vinos y Viñedos Californianos Roganto, lográndose la vinificación de la primera cosecha con fines comerciales en 2001.


En 1988, David Bibayoff, descendiente de aquellos rusos que llegaron al Valle de Guadalupe a inicios del siglo XX, funda Bodegas Valle de Guadalupe, responsable de la producción de los Vinos Bibayoff. También en 1988, justo enmedio de la crisis de la industria vitivinícola nacional, se funda en el Valle de Guadalupe la vinícola Monte Xanic, que tiene una propuesta completamente diferente: vinos de alta calidad, producciones pequeñas y precios altos. Su éxito motivó a otros productores a seguir su ejemplo.


La pequeña bodega zacatecana Cantera y Plata aparece en el año 1990, cuyos caldos son considerados de muy buena calidad.


En 1991, el Ing. Eduardo Liceaga (QEPD) decide reconvertir sus viñedos – Viña de Liceaga – para cultivar uva para elaborar vino, coincidiendo la culminación de este proceso – en 1998 – con la elaboración de vino en su propia bodega.


En 1994 es el establecimiento de Château Camou.


En 1997, Donald y Tru Miller fundan Adobe Guadalupe; ese mismo año nacen otros dos proyectos que hoy son una realidad: Barón Balch’é y Viñedos Lafarga. Ese mismo año sale la primera cosecha del famoso Vino de Piedra, del enólogo Hugo D’Acosta.


En Parras surge otra bodega productora de vinos en 1998: Viñedos Buena Fe; con su vino tinto Rivero González cuya primer cosecha fue la 2003.

 

En 1999, se forma la Vinícola Tres Valles, en Baja California.


En 2000, otro proyecto inició en el Valle de Ojos Negros, bajo el nombre de Bodegas y Viñedos San Rafael. En 2002, la bodega Vinisterra ve la luz en el Valle de San Antonio de las Minas.


Afortunadamente, en fechas recientes han surgido muchísimos más proyectos vitivinícolas que aún se mantienen con vida.


También es una realidad que el cultivo de viñedos en México, aunque es importante, aún no está dedicado en su mayoría a producir uva para elaborar vinos, como sí sucede en otros países. Para darnos una idea: actualmente se cultivan 45000 hectáreas de viñedos en México, y sólo 3500 son dedicadas a uvas para vino. El 64.4% de la uva es para elaborar brandy, el 15.5 % es para uva de mesa, el 9.4% es para elaborar pasas, el 8.3% es para hacer vino, y el 2.4% restante es para jugos, concentrados y otros productos.


¿Recuerdan que al inicio se mencionó que los viñedos fueron plantados en todos los lugares que visitaban los misioneros? Pues en nuestros días sólo sobreviven viñedos en siete estados de la república, donde el terruño tiene las características óptimas – suelo, microclima, macroclima y mesoclima – para producir uvas de excelente calidad.  Estos estados son Sonora – el mayor productor de uva de México con el 70%, pero casi sin participación en la uva para vino–, Coahuila, Baja California —la mayor zona de producción del vino nacional—, Durango, Aguascalientes, Zacatecas y Querétaro.


Lo mejor de la Historia del Vino Mexicano, es que día a día la seguimos escribiendo todos y cada uno de nosotros, los que amamos al Vino Mexicano. Es cierto que necesitamos —urgentemente— apoyo verdadero de parte de nuestro gobierno para contar con igualdad de condiciones y así competir mejor con los vinos importados. Pero también es verdad que la calidad de nuestros vinos está siendo reconocida internacionalmente, que la cultura y la fascinación por el mundo del vino está creciendo en nuestra propia gente, gente joven que no conoce los prejuicios de nuestros mayores y que se aventuran sin temor a probar nuevas cosas, a darle una oportunidad a nuestros caldos. Y que una vez que comprueban su calidad, se vuelven defensores y promotores incondicionales del Vino Mexicano. 


Nos quedan muchísimas hojas en blanco. Sigamos escribiendo nuestra Historia. 


Hasta la próxima.





lunes, 24 de febrero de 2025

Mis catas de vinangelización

Foto cortesía de AmramR.

"¿Vinangelización? Nunca antes había oído esa palabra. ¿En realidad existe?", quizás se pregunten, mis siempre aguzados cuatro lectores. La verdad, es que es un término que personalmente he acuñado, de manera juguetona y picaresca, amalgamando las palabras vino y evangelización, para referirme a una labor autoimpuesta que tengo ya algunos añitos realizando: organizar catas para amigos que quieren aprender a apreciar el vino.  

La mesa puesta para la cata de vinangelización.

Es sumamente gratificante ver cómo los participantes se van sorprendiendo al ir descubriendo, poco a poco, que ellos tienen la capacidad de distinguir diferencias, y ver como pasan de pensamientos tales como "el vino huele a vino" y "todos los vinos saben igual", a decir "¡este huele diferente!", "¡sí huele a cuero!", "¡ahora ya me parece diferente el primer vino al comparar con los otros dos!". Ser testigos de cómo abren los ojos desorbitados al mismo tiempo que se les dibuja una sonrisa en su rostro, como decía aquel comercial, no tiene precio.

¿Qué les puedo decir? Me encanta enseñar a personas que realmente aprecian lo que quieren aprender. Me fascina hacerlo. Como diría el meme: vinangelizar es mi pasión.

Ustedes también pueden armar sus cata de vinangelización. En esta liga encuentran el artículo que escribí sobre cómo armar las suyas.

Por supuesto, dos elementos que nunca faltan en mis catas son la decencia y el decoro. Quienes han asistido a alguna lo pueden constatar.

Dice el buen libro que hay que hacer todo de forma digna y ordenada, y estoy totalmente de acuerdo.
No nos vaya a pasar como a Homero Simpson.


Para finalizar, unas pocas fotos del recuerdo con buenos amigos ya conversos, tras ser vinangelizados, je je je. Bueno, algunos ya traían experiencia acumulada.









Hasta la próxima.




domingo, 23 de febrero de 2025

Convertible Rojo | Vinos Pijoan | 2022 | México | Tinto

Convertible Rojo 2022

Mis cuatro fantásticos, les cuento que traigo un buen backlog de notas de cata, por lo que trataré de ponerme al día, mientras mi ocupada agenda me lo permita.

Toca en esta ocasión reseñar otro de la bodega Vinos Pijoan, tinto también. De hecho, según esta nota periodística (dar clic aquí), es este vino, Convertible Rojo, el que empezó todo para Pau Pijoan, el dueño de esta bodega familiar.

Veamos qué trae bajo el cofre.

  • Vino: Convertible Rojo
  • Cosecha: 2022
  • Bodega: Vinos Pijoan (vinospijoan.com
  • País: México
  • Región: Baja California (San Antonio de las Minas y Valle de Guadalupe)
  • Uvas: nebbiolo [55%], cabernet sauvignon [20%], barbera [20%], colombard [20%]
  • Barrica: 12 a 14 meses en barricas americana, húngara y francesa de segundo uso
  • % alcohol: 13.9
  • Precio: $490.00 pesos mexicanos (en Tienda online de Vinos Pijoan
  • Volumen: 750 ml
  • Calificación Precio/Calidad: **** (4 de 5)


¿Qué tal algo de Deep Purple para degustar este vinito? A nosotros nos pareció adecuado.

En otro apunte aparte, les cuento que me gustó la idea con que, en la contraetiqueta de este vino, se presenta a las diversas variedades de uvas utilizadas para destacar alguna parte del performance de este convertible: a la uva nebbiolo se la asemeja a un poderoso motor V8, el turbo —mayor potencia— es dado por la cabernet sauvignon, mientras que la barbera representa la transmisión, y finalmente la colombard es la suspensión —balance: amortiguadores de aire y muelles de resorte—. 
Con una producción limitada a 3168 botellas, se promete "un vino  con buen arranque, muy potente, que al mismo tiempo se maneja por largo tiempo de forma suave y placentera". A ver sicierto.

"Ábrele el cofre, mai".
Convertible Rojo 2022

Un muy oscuro color rojo-púrpura, profundo y limpio —nada de sedimentos—. Nice. La nebbiolo imponiendo su predominancia, sin duda.

Pero no solo en la vista, sino también en la nariz, fue que esta cepa, famosa en todo el Piemonte, en Italia, se manifestó totalmente: mucho aroma a compota de ciruela pasa, de zarzamora negra —blackberry—, y la madera mostrándose tímidamente como cuero y algo de vainilla, sin destacar. Mentol y pimiento verde también se esconden detrás de la potencia de las frutillas negras.

Como era de esperarse, en boca se trata de un vino seco, con acidez algo marcada, lo cual se resuelve bajándole un poco más la temperatura. La página de la bodega sugiere servirlo entre 16 y 18 grados centígrados, lo cual cumplimos.

'ai tá


En sabores, se siente mucha ciruela, mucha zarzamora y algo de salinidad, que no molesta para nada.

Tiene cuerpo de mediano peso, con taninos altos y con cierta astringencia. Creo que se irá puliendo con el paso de los años. Su final es largo, lo cual no sorprende por las características de este vino.

A este vino, que realmente se siente bien hecho, le doy 4 de 5 estrellas en mi Relación Precio Calidad (RPC).

Esta vez, sirvió para acompañar una bruschetta de pan blanco artesanal, con tomate, queso parmesano, albahaca, orégano y ajo. Nada complicado. Y le quedó bien.

Creo que, debido a su acidez y tanicidad, también quedaría bien con un cortecito de carne asada, con algo de grasita.

Definitivamente, este convertible pasó muy bien nuestra prueba de manejo. Lo volvería a comprar.

Hasta la próxima.



sábado, 22 de febrero de 2025

Scielo MX Blanco | Rivero González | 2023 | México | Blanco

 

Scielo MX Blanco 2023

Mi apreciado cuarteto de entusiastas del vino y la buena lectura, en esta ocasión toca hablar de un vino, con cuya bodega productora tuvimos una experiencia tan particular, que merecerá un artículo aparte.

Por lo pronto, iniciemos con la nota antes de que nuestro chef catarrín nos deje sin vino qué evaluar.

¡Épale! Déjanos tantito.

  • Vino: Scielo MX Blanco
  • Cosecha: 2023
  • Bodega: Rivero González (rgmx.mx)
  • País: México
  • Región: Parras
  • Uvas: 80% chardonnay y 20% chenin blanc
  • % alcohol: 13.4
  • Precio: $482.00 pesos mexicanos (por internet en la propia página de la bodega)
  • Volumen: 750 ml
  • Calificación Precio/Calidad: *** (3 de 5)


Empecemos con lo que otorga a la vista este vino.

Scielo MX Blanco 2023

De apariencia acuosa, brillante y cristalina, presenta un color amarillo muy tenue.

Ahora, en nariz, sin tacañerías, muestra aromas frutales como piña, durazno, lima y un poco de mango; por el lado floral, da notas a manzanilla, jazmín y azahar de limón. Nada mal su buqué.

¿Y en boca? A pesar de lo que pueda sugerir esta mezcla de chardonnay y chenin blanc, este vino cae en el lado de los secos; su acidez es la esperada, siendo ésta fresca y vivaz. Es de cuerpo bastante ligero, en armonía con su apariencia acuosa.

Los sabores más destacables fueron el cítrico, el mineral y algo muy, pero muy ligeramente saladito, como a aceituna.

Sin duda, un vino que acompañará muy bien la comida de mar, como unos mariscos o un sabroso pescado con limoncito —acuérdense de este otro artículo: la acidez se sublima—.

Con un final mediano, considero este como un buen vino balanceado.

Le doy 3 de 5 estrellas en mi Relación Precio Calidad (RPC).

Personalmente, soy más de vinos tintos, y prefiero tomar vinos blancos o rosados durante el tiempo de calor —que en Monterrey dura como 11 meses, by the way—, pero cualquier tiempo es adecuado para un buen vino.

Ahora, un tip de maridaje basado en lo que nos ocurrió con la comida con que acompañamos este vinito Elsa y yo, en diciembre pasado.

Cuernitos con recalentado

Teníamos unos cuernitos —croissants para los snobs— a los cuales rellenamos con algo de pavo, una mezcla de quesos camembert y brie, y una poca compota de chabacano. Lo probamos con el vino... y no funcionó. 

Más que un maridaje, resultó lo que yo llamo un arrejuntaje: están juntos, pero como que la cosa no funciona del todo.

¡Ajá! ¿Pero cómo se puede arreglar algo así? Digo, al menos en el caso del vino y la comida.

Pues, como habrán notado cuando describí los ingredientes de la comida, ¿qué sabor básico predominó? "¡EL DULZOR!", gritan a voz en cuello mis aplicados cuatro lectores, pues sin duda que aprendieron bien en el artículo del maridaje.

Le faltaba bastante acidez y amargor. ¿La solución? Miren esta foto.

¡Chiles en vinagre al rescate!

¡Chiles en vinagre! Mejoró muchísimo el maridaje.

A esto, mis queridos alumnos, se le llama un puente: es lo que sirve de conexión entre sabores cuando, aparentemente, existen diferencias irreconciliables. Los puentes pueden ser salsas, aderezos, quesos, condimentos, mermeladas, etc. 

¿Cómo aprender a identificar qué serviría de puente? Sólo les puedo dar este consejo: experimenten, sin miedo. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

Claro, honor a quien honor merece: fue mi esposita Elsa la que sugirió este puente, pues se está volviendo una experta en el maridaje. She's fearless.


Hasta la próxima.



viernes, 21 de febrero de 2025

"Yo sólo reseño vinos que fueron comprados" | Mis principios editoriales


¿A poco no es hilarante esa frase, producto de la increíblemente aguda y genial mente de Groucho Marx? Me pareció perfecta para empezar este artículo, en el cual pretendo darles a conocer mis principios editoriales.

 —"¿Y por qué necesitas escribir sobre principios editoriales, que generalmente son textos largos y aburridos de leer?", quizás se pregunten mis avispados cuatro lectores.

No se preocupen, por favor. Este artículo será redactado en su versión bikini: sólo cubrirá las partes interesantes. Empecemos.

Yo sólo reseño vinos que fueron comprados. 
Déjenme explicarme mejor: en este blog sólo publicaré reseñas de vinos que haya comprado yo mismo o que lo haya comprado quien me lo regaló. 
¿Se ocupa esta aclaración?  Yo creo que es pertinente, pues tanto en el pasado como en el presente, algunos productores de vinos me han hecho llegar sus botellas, gratis.
Digo, como buen regio, eso me encanta; pero a menos que me dejen pagarles el precio al público de dichos vinos, sólo los pruebo, los evalúo y únicamente a quienes me los enviaron les doy a conocer mi opinión. No la hago pública, porque no siento que tenga derecho a hacerlo, no me parece correcto.

¿Por qué hago eso? Porque yo me considero un simple consumidor, que tras pagar con mi propio dinero —o si es un regalo de un amigo, pues él lo pagó con su dinero, ¿no?— tiene derecho a decir lo que piensa.

Ya me ha sucedido en el pasado que, si una bodega o un promotor me regalaban una botella para probar, y éste era bueno y yo así lo publicaba, no faltaban los necios que insistían que "habían comprado mi opinión" —los haters se inventaron antes del Internet, créanme—. Así que, por paz mental, me evitaré esto. 

Simple y llanamente: mi dinero, mi opinión.

Yo bebo vinos, no medallas.
¿A qué me refiero? A que simplemente no me importa en absoluto si un vino ganó la Gran Medalla de Oropel del ultra mega famosísimo Concurso Mundial de Bruschetta —o cualquier otro concurso, ¡hay cientos!—. Eso a mí no me impresiona nadita. Es más, hasta me cae mal que me quieran vender cualquier vino de cualquier país como si fuera la divina envuelta en huevo.

Lo que el vino presente en copa cuando lo sirva, eso es lo que se va a evaluar y nada más. Para quien esto escribe y suscribe, los charolazos de cualquier tipo me vienen valiendo un soberano cacahuate.

Así que si me preguntan: "¿Qué opinas de que este vino ganó equis medalla en ye concurso de vino de zeta país?", mi respuesta más entusiasta y educada será:


En el pasado, mi grupo de
haters aumentó tras publicar en mi anterior blog una reseña dando una mala calificación a un vino de culto mexicano. ¡Qué sacrilegio!
Lo que ellos no saben es que algunos sommeliers, productores y vendedores de vinos que conocí personalmente coincidieron con mi evaluación. Ellos tuvieron sus muy respetables razones para no hacer pública su opinión —y están en todo su derecho—, pero eso me dio una gran tranquilidad y más confianza en lo que hago.

Y, eso es todo. Se los dije: fue breve y sin dejar nada a la imaginación. Bikini style.

Hasta la próxima.



sábado, 15 de febrero de 2025

Guía sencilla sobre en qué consiste y cómo hacer un buen maridaje

Mis queridos cuatro lectores, "nuevamente nos volvemos a encontrar...", como cantaba Enrique Guzmán hace algunos ayeres.

Y, en esta ocasión, estoy seguro que les gustará este artículo, porque es un tema muy interesante, aunque para algunos suena muy intimidante: el maridaje. Es decir, escoger un vino que acompañe bien a la comida.

¡Uy, qué miedo!


Nah, no se preocupen, mis valerosos lectores. Les aseguro que, después de leer este artículo, se les hará más fácil, porque habrán entendido de qué se trata.

El magistral Dr. Enrique Rojas —padre de mi admirada Dra. Marian Rojas Estapé— dice, en su libro Comprende tus emociones, que la sencillez es "El arte de reducir lo complejo a lo simple. Es llaneza sin doblez. Es el más ligero de los valores: es transparencia, nitidez, ausencia de artificio". Y, pueden estar seguros, mis queridos cuatro lectores, que la sencillez es y será uno de los objetivos cardinales de este blog que ustedes hoy están leyendo.

Primero que nada, honor a quien honor merece, pues esto que les compartiré hoy, se basará en un sistema desarrollado por Juan Pablo Núñez Glennie, quien fue el Director de Bodegas de Santo Tomás (santo-tomas.com), y a quien tuve la fortuna de conocer en persona, primero aquí en Monterrey y luego en Ensenada. En verdad, es uno de los personajes del mundo del vino mexicano que me dejó una de las mejores impresiones, por lo que me descubro y me pongo de pie al hablar de este señorón.

Con Juan Pablo Núñez Glennie, en el extremo derecho.
—21 de julio de 2009—

Bueno, después del cebollazo, les comento que Juan Pablo llamó a su sistema "Los usos del vino" y éste aparecía en las etiquetas de las botellas de Bodegas de Santo Tomás antes. Ya no he visto que aparezca últimamente.


Botella de Cierzo Reserva 2005 con la indicación de los usos del vino.

Con este sistema, Juan Pablo lo que quería era enseñarnos fácilmente a lograr la sintonía gustativa —otro concepto que, ese sí, aún aparece en las contraetiquetas de las botellas de vino de Bodegas de Santo Tomás—.

Juan Pablo explicándonos su sistema.
(Disculpen lo borroso de la foto)

Bueno, mis estimados, ¿están listos? Pues procedamos a aprender algo nuevo, práctico e interesante.

Primero que nada, tengamos presente lo siguiente:
  • La sintonía gustativa busca hacer que mi comida sepa mejor.
  • En este caso, se busca explicar cómo es que el vino puede hacer que la comida sepa mejor.
  • La base son los cuatro sabores básicos: dulce, ácido, amargo y salado —el umami no entra, sorry—.
  • Cuando estos cuatro sabores están equilibrados —esta es la clave—, podemos decir que hay armonía en el gusto (los sabores en conjunto).

De nuevo, recordamos que queremos lograr el equilibrio, ¿de acuerdo?

—"Pero eso suena muy complicado", quizás pueda pensar alguno de ustedes cuatro (o los cuatro).

Pues van a ver ustedes que, en realidad, lo hacemos todo el tiempo sin darnos cuenta. Y la genialidad de la explicación de Juan Pablo inicia al utilizar para ello un platillo sumamente conocido —al menos para los mexicanos—, como lo es el taco al pastor

Va la explicación, y aquí vamos a necesitar pensar en tres de los sabores básicos que son dulce, amargo y ácido, prescindiendo del salado.

Empecemos con el taco al pastor tradicional, y, claro, para un taco al pastor necesitamos una tortilla de maíz.


¿Cuál de los tres sabores básicos (dulce, amargo, ácido) tiene una tortilla de maíz? Si respondieron dulce, acertaron. Es dulce por el almidón del grano de maíz. 

Si pensamos en términos de una gráfica de pastel partida en tres, el tamaño de la parte dulce aumentó.

Ahora, ¿qué más le ponemos al taco? Por supuesto, la carne al pastor. 

¿Cuál de los tres sabores básicos (dulce, amargo, ácido) tiene la carne al pastor? Nuevamente, es dulce, pues hasta se carameliza cuando la cocinan, ¿verdad?

Nuevamente, en nuestra gráfica aumenta la parte del sabor dulce. Se vería algo así.


¿Y a poco ya está el taco listo? No, cómo crees. ¡Está todo desequilibrado! Demasiado dulzor, ¿verdad? Es más, les aseguro que si se lo comen así, les va a saber sin chiste, como que le falta algo, ¿o no? Bueno, es entonces que tenemos que echar mano de los condimentos para equilibrar. Veamos cómo lo hacemos cotidianamente —y de nuevo, fíjense, ¡ya lo hacemos siempre!—.

Vamos a pensar en una salsita verde de tomatillo. ¿Cuál de los tres sabores básicos (dulce, amargo y ácido) tiene una salsa verde de tomatillo? Exacto: amargo. Ya estamos empezando a equilibrar nuestro bocadillo, que estaba tan plano —puro dulce, óigame no—.



¿Ya quedó el taco? "Noooooo", grita la multitud a cuatro voces. Claro que no. ¿No se les hace que falta algo de limoncito en nuestro taco? Ah, ¿y cuál de los tres sabores básicos (dulce, amargo y ácido) tiene el limón? Ese es fácil: ácido.


A ver, ¿cómo va nuestra gráfica?


¿Y ya quedó el taco? "¡Sueñas!", me gritan cual si fuera un iluso desconocedor de cómo se prepara un buen taco.

No me digan, le falta la cebollita, ¿verdad? Va pues. ¿Cuál de los tres sabores básicos (dulce, amargo y ácido) tiene la cebolla? Otro punto para el sabor dulce. Nomás no le pongamos mucha, eh.

Pero, según nuestra gráfica, nuestro taco aún no está equilibrado. Deja tú la gráfica, según nuestra basta experiencia respaldada por nuestros perfectamente entrenados sentidos taqueros tras años de tanto entrenamiento que humillaría hasta a un devoto del cross-fit.

¿Qué falta? Me gustó cómo lo explicó Juan Pablo, al decir que se requiere de "un toque adicional que combine amargor con frescura y un poco de salvajismo". Se refería, por supuesto, al inigualable cilantro. ¡Ay, papá!

¿Y cuál de los tres sabores básicos (dulce, amargo y ácido) tiene el cilantro? Punto para el amargo.


¿A qué nos lleva este último toque magistral? Veamos la gráfica.



Ahí está, ni más ni menos: nuestro taco perfectamente equilibrado. Eh, qué tal.

*Nota para los puristas del taco al pastor: sabemos que faltó la piña pero, para este ejercicio ilustrativo, se decidió prescindir de ella —ya ven que a veces puede estar dulce o ácida—. Pero ustedes síganle poniendo piña a sus tacos. Peace.

Bueno, pues con este pequeño ejercicio, Juan Pablo nos deja claro que todos tenemos la base. Él mismo explicó que no resulta exagerado pensar que el vino es a la comida lo que la salsa al taco, pues su función es hacer que mi comida sepa mejor.

Ahora bien, con el vino y la comida —el maridaje—, debemos comportarnos igual que con el taco y sus condimentos. Si nadie se ha puesto nervioso al prepararse sus taquitos —aunque no nos queden igualmente condimentados todos—, tampoco hay que ponerse nerviosos con el vino y la comida.

Este sistema que aparecía antes en las botellas de Santo Tomás, nos ayudaba porque nos daba una pista de cómo era el vino. Abajo voy a poner la ficha del Cierzo Reserva 2005, que mencioné arriba. 

Den clic en la imagen para ampliarla.

Si alcanzamos a ver en la gráfica de pastel de la esquina superior derecha, este vino estaba más cargado al lado amargo, mientras que el ácido y el dulce estaban equilibrados.

A ver, ¿qué significaba esto, según lo que hemos aprendido? Ah, pues que este vino iba mejor con platillos con condimentos no tan amargos, y sí con aquellos que aportaran dulzor y acidez, para ir equilibrando la gráfica de pastel. ¡Ven qué fácil!

Como ya se habrán dado cuenta, para ir mejorando en nuestra habilidad de hacer maridajes tenemos que poner atención en los sabores de la comida y de los condimentos. Es la única manera de entrenar —acuérdense de este concepto— nuestra memoria sensorial.

Como bien dice el buen libro: "Hay más felicidad en dar que en recibir", así que no me quedaré egoístamente con algo más que Juan Pablo y Bodegas de Santo Tomás nos compartieron acerca de la sintonía gustativa. ¿Les gustarían unas sugerencia más aterrizadas de maridajes? ¡Vamos a por ello y olé!

Cuando predomina el sabor AMARGO

Una manera fácil de identificar el sabor amargo es pensar en un café negro bien cargado —pues todo el mundo lo hemos probado alguna vez—. 

Ahora, va una pregunta fácil: ¿qué hacemos para equilibrar el amargor del café negro?, ¿qué le añadimos al café? Y la respuesta es: azúcar. Es decir, le agregamos algo dulce, es decir dulzor.

El amargor se equilibra con dulzor.

Ahora, en ¿cuáles uvas de los vinos tiende a predominar el amargor?
  • Algunos tintos son: cabernet sauvignon, barbera, syrah (o shiraz), nebbiolo y tannat.
  • En el caso de los blancos, sólo aplica a cuando fueron fermentados en barrica, y algunos son: sauvignon blanc y chardonnay.
¿Cuál sería el maridaje para los vinos tintos con predominancia de amargor? Van unas sugerencias: carnes sin grasa (magras), verduras cocidas, sopa de lentejas, quesos dulces (por ejemplo, el manchego) y mole oaxaqueño.

¿Cuál sería el maridaje para los vinos blancos con predominancia de amargor? Van unas sugerencias: crustáceos y cremas; chiles en nogada.


Cuando predomina la ACIDEZ

Antes, hagamos un flashback a las clases de química de la secundaria: los ácidos son contrarios a las bases; para equilibrar un ácido se utiliza una base y viceversa.

Ahora, tengamos presente que la manera de identificar algo con sabor ácido al comer es porque nos hacen salivar, pues la saliva tiende a ser una base, es decir, contrarresta lo ácido. ¡Excelente, mis alumnos! Merecen su diploma. Ahora que ya sabemos cómo identificar un vino con predominancia en acidez, prosigamos.

Algo importante a tomar en cuenta es que, a diferencia de con el amargor y el dulzor donde se busca equilibrar por medio del contraste, en el caso de los vinos con predominancia en la acidez no hay problema si se agrega un poco más de acidez. Un ejemplo clásico: acompañar un vino sauvignon blanc con unos mariscos a los que se les añade limón. En este caso, no se contrarresta, sino que se sublima la acidez. Eh, qué tal.

Ahora, ¿en cuáles uvas de los vinos tiende a predominar la acidez?
  • Considerar que los tintos no debieron haber sido fermentados en barrica ni pasado por fermentación maloláctica: garnacha (o grenache), sangiovese (con la que se elabora el famoso Chianti italiano), gamay (con la que se elabora el famoso Beaujolais francés) y bonarda.
  • En el caso de los blancos, igualmente, tampoco debieron haber sido fermentados en barrica ni pasado por fermentación maloláctica, y algunos son: sauvignon blanc, chardonnay, verdejo y xarello.
¿Cuál sería el maridaje para los vinos tintos con predominancia de acidez? Van unas sugerencias: el tomate rojo (o jitomate) —por ejemplo: pasta con salsa de tomate como a la boloñesa—, fideos caseros, albóndigas, comida muy grasosa como suadero, cordero, carnitas y barbacoa.

¿Cuál sería el maridaje para los vinos blancos con predominancia de acidez? Van unas sugerencias: caldo de pollo, pescados a la plancha, mariscos crudos, mole de olla, mole poblano, pozole.


Cuando predomina el DULZOR

En este caso, mis queridos y ávidos de conocimiento cuatro lectores, así como llegamos a la conclusión de que el amargor se equilibra con dulzor, esta ecuación funciona al otro lado también. 

Es decir: el dulzor se equilibra con amargor.

Ahora, en ¿cuáles uvas de los vinos tiende a predominar el dulzor?
  • Obviamente, hay vinos blancos que son por su elaboración dulces, como el Tokay que ya reseñe (en esta nota), los Sauternes, los Icewines, los cosechas tardías (como este que reseñe aquí) y hay otros elaborados con uvas semillon y moscatel.
  • Pero también hay vinos blancos que no son en sí dulces, sino que pueden ser semi dulces o hasta secos, pero con una nota dulce al final, como son: viognier, gewürztraminer, chenin blanc, french colombard y riesling.
¿Cuál sería el maridaje para los vinos blancos con predominancia de dulzor?
  • Para vinos blancos que son por su elaboración dulces: sabores opulentos, amargos y potentes como los quesos Gorgonzola, Roquefort, Cabrales y Stilton.
  • Para vinos semi dulces o hasta secos con final dulce: los quesos azules o currys.
Hey, ¿y los vinos tintos dulces? Personalmente, el que más recuerdo es uno llamado Malamado, de la bodega Zuccardi, y que quedaba fenomenal con un postre llamado Bombitas de chocolate que servían en el Novum, un restaurante especializado en vino que estaba a un lado del Neuquén del Barrio Antiguo, en Monterrey.

Línea Malamado de la bodega Zuccardi.


Aquellas bombitas de chocolate que aún extraño...

Por cierto, MALAMADO era un acrónimo que significaba MALbec A la MAnera De Oporto.
La verdad, era bien amado ese vino, cuando lo veía lo compraba.


Cuando el vino está equilibrado

Existen vinos que no tienen predominancia en dulzor, acidez o amargor, sino que los tres sabores están en armonía.

Algunos vinos tintos con uvas de este tipo son: tempranillo, merlot, malbec, carmenere y zinfandel.

¿Cuál sería el maridaje para los vinos tintos equilibrados? Por su equilibrio, son muy fáciles de maridar o incluso son muy agradables cuando se toman solos —yo los llamo vinos de meditación—. 

Resultan excelentes comodines en la mesa. Su especialidad son las grasas saturadas de cortes y embutidos, los sabores a las brasas, la comida agridulce, y los alimentos muy condimentados.


¿Y los vinos muy añejos, apá? Ah, qué buena pregunta, cuya respuesta resulta muy útil saber cuando tenemos en nuestras manos, por ejemplo, un vino que ya tiene unos diez años al menos desde la cosecha indicada en la etiqueta.

Con los vinos añejos, si no se piensan tomar solos, entonces se recomienda que la comida de acompañamientos sea de sabores suaves, para que no eclipse al sabor del vino.

Recordemos: en un maridaje —como en el matrimonio— un elemento no debe opacar al otro, sino que se busca la armonía.

Y después de esta última frase digna de un consejero matrimonial, hemos concluido nuestra guía. ¿Qué les pareció?

Ahora, va una recomendación personal para ustedes, una de las joyas de sabiduría que más me ha ayudado al seguirla, y que más vergüenzas me ha provocado el ignorarla. Y es esta:

NUNCA LLEVES A UN EVENTO 
UN VINO QUE NO HAS PROBADO ANTES.
¡NUNCA!

Más vale que lo conozcan primero, créanme. Se pueden llevar cada chasco humillante que para qué les cuento.

Ahora bien, sólo nos queda la tarea de probar diferentes tipos de vinos, de diferentes uvas y mezclas, e ir formando esa memoria sensorial que les decía, ese acervo mental de sabores, tanto de los vinos como de lo que comemos. Estando tan de moda el concepto de mindfulness, o atención plena, los invito a hacer ese ejercicio. Lo disfrutarán y se divertirán.



Hasta la próxima.