¿Alguna vez les han invitado a ustedes, mis apreciados cuatro lectores, a fijarse en la naturaleza, o en la Creación, como también la llaman? Y es que, verdaderamente, se pueden aprender lecciones de lo que vemos en ésta, y nos permite entender mejor el porqué suceden las cosas que suceden.
Permítanme, por favor, en esta ocasión compartirles esta reflexión personal.
Leyendo el excelente libro de Jordan B. Peterson titulado 12 Reglas para Vivir. Un Antídoto al Caos, en el capítulo de la Regla 1 hace una mención sumamente impresionante acerca de una investigación exhaustiva y profunda con unos chimpancés.
Pero, antes de continuar, quiero pedirles encarecidamente, queridos lectores, a cada uno, que mantengan lo siguiente en mente: estos animales se comportaron tal y como son —como animales—, pues ellos únicamente estaban siendo observados, y de ninguna manera fueron influenciados por los humanos, que fueron meros espectadores. Lo que la investigación arrojó fue total y puro comportamiento e instinto animal.
Dicho lo anterior, continuemos.
Peterson, en el capítulo de su libro mencionado anteriormente, hace referencia a lo que el primatólogo holandés Frans de Waal, de la Universidad Emory, publicó en sus libros El poder y el sexo entre los simios (Alianza, Madrid, 1993) y Bien natural: Los orígenes del bien y del mal en los humanos y otros animales (Herder, Barcelona, 1997).
Me llamó tanto la atención el breve párrafo que Peterson escribió, que decidí investigar más sobre lo que de Waal encontró tras observar a una comunidad de chimpancés del zoológico de Arnhem, en Países Bajos.
Hay varias lecciones que aprender en este caso, y aquí les comparto algunas.
Los chimpancés, a quienes se les considera extremadamente inteligentes —ya ven que hasta los han mandado al espacio en lugar de a seres humanos (lo digo irónicamente, eh)—, viven en grupos sociales de medio centenar de ellos. En sus grupos, establecen una jerarquía y tienen líderes.
Y —aquí empieza lo sorprendente—, al igual que los humanos, los chimpancés tienen un fuerte, un enorme deseo de poder.
El mismo de Waal llama a esto la sed de poder: luchan para estar en la posición más alta —ser el macho alfa—, para obtener ciertos beneficios, y se esfuerzan por permanecer ahí por muchos años.
En el reino animal, todos sabemos —al menos quienes hemos visto el Discovery Channel— que la fuerza física es imprescindible para alcanzar el puesto de macho alfa, pero la investigación de Frans de Waal deja en claro que quienes logran el liderazgo son animales intensamente políticos.
Alison Cronin, directora de Monkey World, en Somerset, Inglaterra, el mayor santuario de primates fuera de África, dice que en el caso de los chimpancés: "Tu fuerza se mide de acuerdo a cuántos individuos te apoyan y a cuántos amigos tienes dentro de la política del grupo, porque uno solo no puede controlar a toda una comunidad".
¿Ven como no son tontos? Estos animales establecen coaliciones, o relaciones, de conveniencia que cambian continuamente —Ahorita me sirves para mi propósito, al rato ya no me sirves y busco a alguien más—.
De hecho, no buscan aliarse con el macho más fuerte —pues serían un títere de este—, sino que saben que dos oponentes con, digamos el 75% de fuerza del macho alfa, lo podrían derrocar juntos. Se unen entre los menos capaces.
Así es: no son los mejores, pero saben cómo echar fuera al que lo es.
Y, ¿qué sucede cuando un macho alfa se hace viejo y pasa su mejor época —ya no puede sustentar ese poder que tanto adora—? Obviamente, comienza a buscar y capacitar a un macho joven que cree que puede tener futuro como líder, para que se convierta en el nuevo macho alfa. Por supuesto, el viejo tiene influencia sobre el joven. Y así llega a suceder que el líder del grupo no es quien tiene más poder dentro de la agrupación.
Dicho de manera simple y llana: son las grandes bestias que se encargan de manejar los hilos y no quieren al frente del grupo a alguien que pueda ser más poderoso que ellos.
Entonces, podríamos deducir que los machos alfa deben de mostrar siempre su fuerza y ser bravucones para mantener el control del grupo, ¿verdad?
Pues los investigadores descubrieron que los machos alfa no son necesariamente así, porque —sorpréndanse nuevamente— estos entienden que se trata de tener simpatizantes y mantenerlos contentos, por lo que son, de alguna manera, diplomáticos: apoyan a las víctimas de peleas, los abrazan, los calman.
El profesor de Waal dice que los líderes simios también quieren el apoyo de las masas, por lo que para ser apreciados quieren ser capaces de redistribuir los recursos para apuntalar su apoyo. ¿Cómo lo hacen?
"Juegan con las crías de las hembras. Por lo general no están interesados en los infantes pero literalmente salen a besar a los bebés igual que los políticos humanos que les gusta sostener a los bebés en alto", dice el profesor de Waal.
"Otra cosa que hacen es que salen a recoger comida para compartirla con sus simpatizantes", afirma Frans de Waal.
Haciendo referencia a un investigador japonés, de Waal menciona: "(Toshisada) Nishida, estudió a un chimpancé que fue macho alfa durante 12 años; encontró que éste reunía carne y seleccionaba a sus simpatizantes para compartirla, con lo cual, en resumen, había establecido todo un sistema de sobornos del que sacaba ventaja a su favor".
¿Verdad que no nos imaginábamos eso de estos animalitos?
Por último, algo más que han demostrado los chimpancés es que son intensamente territoriales y defienden su espacio organizando grupos de patrulla con los machos dominantes buscando amenazas exteriores o individuos que intenten entrar en su territorio. Patrullan día y noche.
Así, cuando se ven amenazados por un agente externo —algo que los podría privar de sus privilegios—, los grupos de primates se unen y olvidan sus problemas internos.
Es decir, si realmente existen amenazas externas, estos líderes animales saben usarlas a su favor para unir al grupo que dominan.
¿Verdad que es impactante y reveladora esta manera de comportarse de los chimpancés, estos animales que forman parte de la naturaleza, de la Creación?
Y, sobre todo, si nos queda claro que es por instinto que así se comportan. Nadie se los enseñó. Es una conducta animal.
Como mis lectores son sumamente perspicaces, está de más decir que los resultados del profesor Frans de Waal han sido objeto de estudio de infinidad de personas interesadas en asuntos políticos desde que se publicó su libro.
Personalmente, no me agrada la política. Y mucho menos ahora que me doy cuenta de que quienes se dedican a ésta se comportan como animales —con el perdón de los animales—.
Y aunque a muchos no nos agrade la política, no podemos negar que hemos visto de primera mano conductas como las mencionadas anteriormente, ya sea que se presente en una organización gubernamental, comercial, deportiva, religiosa, etc.
Si nadie les enseñó esa conducta a los animales, ¿cómo es que se comportan así? Buena pregunta. Dejemos que los investigadores la respondan.
Y, en el caso de los humanos, ¿por qué hay quienes se comportan así, aún sabiendo que es malo desde cualquier punto de vista (moral, doctrinal, filosófico, etc.)?
Pues el buen libro, reconoce que los humanos pueden comportarse como animales (Jud 10, 19; 2 Ped 2:12), pero también indica el origen de dicha conducta (Sant 3:15).
Como dice mi muy apreciada Dra. Marian Rojas Estapé —¡soy tu fan!—: comprender es aliviar.
Cuando comprendemos el origen del por qué hemos sido tratados alguna vez de cierta manera por algún jefe o líder —alguien que lleva la delantera—, eso nos da alivio.
Hasta la próxima.
Lectura del dr. Peterson digerida por ti, amigo... 10 de 10.
ResponderEliminarBuenísimo el libro. ;-)
EliminarLos chimpancés me asustan un poco, y algunos humanos me asustan mucho más que los chimpancés...
ResponderEliminarLa puritita verdad.
EliminarLa grandeza del espíritu se refleja en el control del instinto.
ResponderEliminarAmén.
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