¿A poco no es hilarante esa frase, producto de la increíblemente aguda y genial mente de Groucho Marx? Me pareció perfecta para empezar este artículo, en el cual pretendo darles a conocer mis principios editoriales.
—"¿Y por qué necesitas escribir sobre principios editoriales, que generalmente son textos largos y aburridos de leer?", quizás se pregunten mis avispados cuatro lectores.
No se preocupen, por favor. Este artículo será redactado en su versión bikini: sólo cubrirá las partes interesantes. Empecemos.
Yo sólo reseño vinos que fueron comprados.
Déjenme explicarme mejor: en este blog sólo publicaré reseñas de vinos que haya comprado yo mismo o que lo haya comprado quien me lo regaló.
¿Se ocupa esta aclaración? Yo creo que es pertinente, pues tanto en el pasado como en el presente, algunos productores de vinos me han hecho llegar sus botellas, gratis.
Digo, como buen regio, eso me encanta; pero a menos que me dejen pagarles el precio al público de dichos vinos, sólo los pruebo, los evalúo y únicamente a quienes me los enviaron les doy a conocer mi opinión. No la hago pública, porque no siento que tenga derecho a hacerlo, no me parece correcto.
¿Por qué hago eso? Porque yo me considero un simple consumidor, que tras pagar con mi propio dinero —o si es un regalo de un amigo, pues él lo pagó con su dinero, ¿no?— tiene derecho a decir lo que piensa.
Ya me ha sucedido en el pasado que, si una bodega o un promotor me regalaban una botella para probar, y éste era bueno y yo así lo publicaba, no faltaban los necios que insistían que "habían comprado mi opinión" —los haters se inventaron antes del Internet, créanme—. Así que, por paz mental, me evitaré esto.
Simple y llanamente: mi dinero, mi opinión.
Yo bebo vinos, no medallas.
¿A qué me refiero? A que simplemente no me importa en absoluto si un vino ganó la Gran Medalla de Oropel del ultra mega famosísimo Concurso Mundial de Bruschetta —o cualquier otro concurso, ¡hay cientos!—. Eso a mí no me impresiona nadita. Es más, hasta me cae mal que me quieran vender cualquier vino de cualquier país como si fuera la divina envuelta en huevo.
Lo que el vino presente en copa cuando lo sirva, eso es lo que se va a evaluar y nada más. Para quien esto escribe y suscribe, los charolazos de cualquier tipo me vienen valiendo un soberano cacahuate.
Así que si me preguntan: "¿Qué opinas de que este vino ganó equis medalla en ye concurso de vino de zeta país?", mi respuesta más entusiasta y educada será:
Lo que ellos no saben es que algunos sommeliers, productores y vendedores de vinos que conocí personalmente coincidieron con mi evaluación. Ellos tuvieron sus muy respetables razones para no hacer pública su opinión —y están en todo su derecho—, pero eso me dio una gran tranquilidad y más confianza en lo que hago.
Y, eso es todo. Se los dije: fue breve y sin dejar nada a la imaginación. Bikini style.
Hasta la próxima.
Tu blog, tu opinión, mis respetos.
ResponderEliminarAmén por eso. :-)
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