Mis queridos cuatro lectores, hoy se me antojó compartir con ustedes, un público culto y conocedor, este artículo que escribí allá por agosto del 2009, sobre un tema que siempre me ha parecido interesante. Espero que para ustedes también lo sea.
Una falacia es la aplicación incorrecta de un principio lógico válido. Se trata de un tipo de razonamiento erróneo y, aunque pueda verse como un término filosófico muy elevado, la falacia es más común de lo que pensamos, pues incurrimos en ella todos los días, y es la razón por la que muchos matrimonios fracasan, mucha gente no se cura o se muere, por la que se vota por tal o cual candidato o por la que las familias y los amigos se distancian, entre otras cosas. En su sentido inverso, la publicidad se vale de un tipo específico de falacia –el argumentum ad hominem- para connotar la calidad o exclusividad de determinado producto a través de la afirmación tácita de que una “celebridad” lo avala.
Falacias no formales o cómo identificar lo
rebatible.
Las falacias enturbian la comunicación porque son juicios que parecen verdaderos, pero no lo son. Identificarlas es útil para expresar claramente nuestras ideas y para impedir que otros nos manipulen. Basta con leer los anuncios de la calle para que empiecen a saltar a nuestra vista. Son tan usuales desde tiempos tan antiguos, que están clasificadas en latín. La siguiente es una lista de las falacias no formales.
Falacias no formales más frecuentes
1. Ad baculum —que apela al báculo—: sostiene la validez de un argumento basándose en la coacción, la intimidación y en la amenaza del uso de la fuerza.
Si no votas por quien ya sabes, vas a perder lo que ya sabes.
2. Ad
consequentiam —que apela a las
consecuencias—: consiste en negar la veracidad de un argumento sólo por las
posibles consecuencias negativas del mismo.
Seguro que hay vida en otros planetas; si no, sería un terrible desperdicio de espacio.
[Tomado de la película Contacto (1997)]
3. Ad
hominem —que apela a la persona—:
basado en la descalificación al interlocutor o a otra persona aludida. Se
incurre en este tipo de falacia cuando se tergiversa un argumento válido y se
afirma que X es una proposición falsa porque la persona que la afirmó tiene
algún defecto atacable, en lugar de preocuparse por la veracidad de X. En otras
palabras, cuando en lugar de ocuparse de la validez de la proposición, se hace
una crítica moral del interlocutor. La falacia entonces consiste en eludir el
tema y dar sólo una opinión personal irrelevante sobre la moralidad del otro y
se construye así:
2. Hay algo cuestionable acerca de A
3. Por tanto, X es falso
Este argumento abusivo —tambien llamado argumentum ad personam—, tan utilizado en política, negocios y cuestiones civiles, no es más que una de las múltiples perversiones de la lógica sensata. Ahí les van algunos ejemplos:
—Juan dice que Miguel es un estafador.
—¿Juan?
Mira, ese mejor que se calle, que yo lo he visto detrás de las niñas del
instituto.
El hecho de que Juan se sienta atraído por las jovencitas no invalida su argumento de que Miguel sea un estafador; además ambos hechos carecen de relación entre sí.
—¿Ya
viste la última película de Tom Cruise?
—No,
pero ha de ser malísima, ese tipo anda en la Cienciología.
Es cierto que Tom Cruise es seguidor de la Cienciología, pero eso no determina que sus películas sean buenas o malas.
—Doctor
(gordo): Señora, si usted quiere curarse, tiene que bajar de peso.
—Señora
(pensando): Yo a este triste gordo qué le voy a hacer caso, con lo que él debe
de tragar.
Que el médico esté gordo no tiene nada que ver con el hecho inaplazable y cierto de que la mujer debe adelgazar.
Pero ojo, no todo es falaz en el argumentum ad hominem, ya que muchas
veces lo que hace o es un personaje sí puede interferir con lo que dice; un
ejemplo de esto es cuando Bill Clinton juró decir la verdad siempre, pero
mintió sobre su relación con Mónica Lewinsky, lo cual contradecía sus
declaraciones; y no se trata de su vida sexual ni de su capacidad para gobernar
sino de su honestidad. O bien, cuando una actriz famosa por su buen cuerpo
recomienda hacer tales o cuales cambios en la alimentación; quizá dicha actriz
sea tonta y sus opiniones en otro aspecto —como política o cultura— no sean
dignas de tomarse en cuenta, pero, en este caso, sus consejos sí pueden ser
veraces, porque quizá debido a éstos ella tiene ese cuerpo.
4. Ad
ignorantum —que apela a la
ignorancia—: se dice que algo es verdad sólo porque no se ha probado su
falsedad.
—¿Que tu hermana fue abducida por alienígenas? Eso es ridículo— dijo Scully.
—Bueno, mientras no puedas probar lo contrario, tendrás que aceptar que es cierto— respondió Mulder.
[Tomado de la serie de televisión Los Expedientes secretos X]
5. Ad
misericordiam –que apela a la
lástima-: busca que el interlocutor acepte la verdad de una conclusión por
piedad o compasión.
No puede ser que mi trabajo esté mal redactado: pasé dos noches sin dormir para hacerlo.
6. Ad
nauseam —hasta la nausea—: se apela a que un tema se ha discutido tanto —hasta el hartazgo— que no vale la pena cuestionarlo.
¡Ay, ya, por favor!, llevamos años discutiendo esto y no llegamos a nada; mejor digamos que es cierto.
7. Ad
numerum —por número—: consiste en afirmar que cuanta más gente sostenga
una proposición, más cierta es.
Tenemos casi 4000 farmacias en el país, ¿aún crees que los medicamentos genéricos no sirven?
[Tomado de un espectacular]
8. Ad
populum —que apela al pueblo—: muy similar a la falacia anterior, pues también invoca al número de personas que sostienen un argumento, pero además
llama a los sentimientos y no al razonamiento.
Negar el milagro del Tepeyac sería ir en contra del fervor de millones de mexicanos.
9. Ad
verecundiam o magíster dixit —que apela a la autoridad o “lo dijo el Maestro”—:
defiende que algo es cierto solamente porque lo ha dicho una autoridad o un
personaje destacado; sin embargo, no se puede desechar por falaz un argumento
cuando el personaje es un experto en la materia.
El Papa, el mismísimo Santo Padre, ha bendecido hoy al señor Corleone. ¿Se cree usted más listo que el Papa?
[Tomado de la película El Padrino III (1989)]
10. Cum
hoc ergo Procter hoc —junto con esto, a consecuencia de esto—: se da por
sentada una relación causa-efecto entre dos cuestiones que no necesariamente la
tienen.
Ese joven usa rastas; debe de ser drogadicto.
11. Dicto
simpliciter —del accidente—: falacia deductiva en la que, por
simplificación, se toma una propiedad accidental para definir lo general, y se
omiten o eliminan las excepciones aceptabes.
Todas las mujeres manejan mal.
12. Del
dominó o la pendiente resbaladiza: da por ciertas consecuencias que no son
seguras y, a veces, ni siquiera probables.
Hoy compras una película pirata; mañana clonan tu tarjeta.
13. Non
causa pro causa —de la falsa causa—: confunde una causa con algo que no lo
es, o toma como condición suficiente para un acontecimiento algo que no
califica como tal.
No tomes Red Bull: anoche me tomé diez con vodka y no sabes el daño que me hizo.
14. De
la generalización apresurada o la conclusión precipitada: concluye algo
general con base en uno o pocos casos.
Llegando al aeropuerto de París me robaron mi equipaje. Esos franceses son todos unos ladrones.
15. Del
espantapájaros —strawman—: para debilitar al interlocutor, rebate su argumento, pero
tergiversándolo.
Dices que me amas, pero para ti eso es dejarme sola; si no quieres que vaya contigo a la fiesta es porque algo me estás ocultando.
[Tomado de cualquier novia celosa]
16. Del
secundum quid —de acuerdo a cualquier cosa—: cuando el argumento implica la
negación de que las reglas generales tienen excepciones o si se aplica una
regla general a una excepción.
No es cierto que sea buen cirujano: ayer se le murió un paciente.
17. Falso
dilema: cuando se presenta la situación como si sólo hubiera dos
alternativas posibles, o cuando se emplean términos en disyuntiva que no son
ciertos, exhaustivos o concluyentes.
Si no te gusta el cine mexicano, es porque eres un malinchista.
18. Sofisma
patético: busca la manipulación de los argumentos y la persuasión a través
de las emociones.
Dolor es recibir la llamada del secuestrador de tu hija. Pena de muerte a asesinos y secuestradores.
19. Petitio
principii —o petición de principio—: se trata de dar como premisa la
conclusión que pretende demostrar.
—¿Por qué dices que la influenza es mortal?
—Porque
es influenza.
20. Por
ambigüedad: cuando se emplean palabras en más de un sentido o cuando éste
no queda explícito.
La perra de tu hermana es una estúpida.
21. Tu
quoque —tú también—: no se dan razones; se intenta debilitar al interlocutor con un “tú
también lo has hecho” o “también lo has dicho”.
—Oye, no está bien que les grites tanto a los niños…
—¡Ay, tú
mejor cállate, que el otro día le gritaste a tu mamá!
Es difícil detectar estos argumentos falaces, pero están ahí, todos los días, al acecho. Pónganse aguzados.
Muy interesante.
ResponderEliminar¿Verdad que sí? Personalmente, me lo parece también. :-)
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