domingo, 31 de agosto de 2025

La historia de Gregorio


La historia de Gregorio

por Rafa Ibarra

Gregorio creció en la mentira. Esto, por supuesto, no sorprende a nadie, pues la gran mayoría de las personas han nacido en ella. A él sus padres únicamente le enseñaron lo que a ellos mismos les fue inculcado por sus respectivos padres, como se había hecho sucesivamente generación tras generación.

Pero la vida, caprichosa como solo lo puede ser esta, quiso que un día Gregorio conociera la verdad. 

¿Le fue fácil aceptarla? Claro que no. "Es más fácil engañar a alguien que convencerlo de que ha sido engañado", escribió sabiamente Mark Twain. Además, recordemos que la esencia del engaño es que la víctima no es consciente de él.

Entonces, ¿qué le ayudó a Gregorio a aceptarla? Primero, la gente que se la presentó. Y no porque el idioma de ellos fuera extranjero, sino porque por su conducta Gregorio pensaba que no debía de existir gente más buena en todo el mundo. "No pueden ser tan buenos", pensaba él para sus adentros con suspicacia. 

No podemos juzgar a Gregorio por abrigar cualquier sospecha, pues debemos reconocer que quienes nacen y crecen en la mentira desconfían de todo. Y tienen que hacerlo para poder sobrevivir en un mundo lleno de gente, tan fría e indiferente, que es capaz de destrozarte para eliminarte de su camino, de un camino que los conducirá... hacia ninguna parte.

Pero Gregorio, ahora con conocimiento exacto adquirido gracias a la ayuda de la gente de la Verdad —así los llamaba él—, como quien puede identificar con facilidad un billete falso de uno verdadero, distinguía casi de inmediato las actitudes de la gente de la Mentira —así comenzó a llamarlos—, esa gente con la que él convivió tanto y que ahora le provocaba asco y repulsión. Para Gregorio, identificar esa hipocresía era como un superpoder que había adquirido.

Y fue gracias a la gente de la Verdad, quienes lo habían aceptado como uno de los suyos, que Gregorio vivió el tiempo más feliz de su vida.

Pero todo lo que es realmente bueno no dura por todo el tiempo que uno quisiera.

La vida ahora quiso que Gregorio aprendiera una gran lección, y es esta: "La Verdad es un gusto adquirido".

En cuanto Gregorio, por azares del destino, se alejó de sus amigos de habla extranjera —y aunque su superpoder le advirtió a tiempo, pero tuvo la mala fortuna de bajar demasiado la guardia—, conoció a gente de la Mentira que se estaba haciendo pasar como gente de la Verdad, dentro de su mismo círculo. Esa gente de la Mentira que estaba infiltrada, motivada por la envidia, abusó de su poder con el único objetivo de quitarle a Gregorio esa felicidad que tenía y que había aprendido a compartir con los demás. Cuando quiso reaccionar, ya el daño estaba hecho: la felicidad que una vez sintió, se perdió en gran parte. 

Lo único que pudo rescatar Gregorio fue su vida como despojo. Pero con eso poco bastó para arreglárselas, para intentar retomar su vida feliz, aunque la intensidad no sería la misma, y de eso estaba completamente convencido.

Gregorio se prometió nunca volver a bajar la guardia tanto que llegara a pasar por alto las señales inequívocas de la gente infiltrada de la Mentira, esos lobos haciéndose pasar por ovejas.

Además, Gregorio estaba tan agradecido con la vida por haber conocido la Verdad, que pensar en regresar a vivir la Mentira no era ninguna opción que él consideraría. 

Ahora tendría más cuidado, y recordaría que en realidad sí existen personas que son demasiado buenas, pues él mismo conoció a varias cuando, al principio, lo arropó la gente de la Verdad.

Se cuidaría de aquellas personas cuya falsedad aflora, aunque se consideren a si mismas gente de la Verdad, y hasta presuman de haber nacido en ésta. Esa es su gran Mentira.

Gregorio lo sabía.

Gregorio volvió a ser feliz —aunque en menor grado—, recuperó su paz mental, agradeció la enseñanza, y siguió con su vida.

Porque la Verdad es un gusto adquirido. 

Cápsula del tiempo | Mis tiras cómicas

Vaya que estoy disfrutando lo que encuentro en las cápsulas del tiempo que estoy abriendo, mis queridos cuatro lectores.

¿Qué "nuevo" descubrimiento tengo para compartirles? Pues son una serie de dibujos que hice hace.... uuuuuy, hace mucho mucho tiempo. Aquí queda patente mi gran afición por las tiras cómicas —o cómics—, la cual aún conservo.

Ideas tomadas de revistas de historietas (como llamábamos antes a los cómics), de revistas (como la hilarante, irreverente y lamentablemente extinta revista Mad), de periódicos, de artículos promocionales y cualquier otra publicación donde aparecieran.

Aún no aprendía inglés bien, obviamente.
El de la izquierda, es de la revista Mad.


¿Qué personajes son los que dibujaba más? Veamos.

Tengo muchos dibujos de la Pantera Rosa.


Claro que Snoopy no podía faltar.


Garfield, de los principales en mis dibujos.
(Técnica: colores Prismacolor)


Pero si hay un cómic al que era, soy y seré completamente fiel, es al genial Calvin y Hobbes, de Bill Waterson.

Mi dibujo más reciente: Calvin y Hobbes.
(Técnica: colores Prismacolor)


Siempre me ha gustado dibujar, aunque ya no lo hago tanto como me gustaría. Eso lo tengo bien claro. 

Pero, lo que no recordaba era que... ¡había hecho una especie de tiras cómicas (o viñetas) de mi cándida autoría!

Creo que, por primera vez en la historia, estas pocas viñetas originales serán exhibidas al mundo. Sin más, aquí se las comparto, mis cuatro lectores y secuaces.







Como ven, dejé los dibujos en el puro boceto, pero no le hace. Me causó gracia descubrirlos, como si soltara en mi interior una leve risita infantil, contenida con la mano.

¿Qué otras cosas encontraré en mis cápsulas del tiempo, de las que ya no me acordaba y que seguirán ayudando a reconocerme? No lo sé. Pero esta aventura me está gustando.

Hasta la próxima.


sábado, 30 de agosto de 2025

Cápsula del tiempo | Mi primera publicación

Mis preciados cuatro lectores, tal como les comenté en la nota anterior de las cápsulas del tiempo, he abierto una de ellas y me he encontrado con algo que había quedado olvidado en un rincón de mi memoria, pero que es evidencia innegable que desde niño ya había en mis entrañas un pequeño articulista.

¿Que qué fue lo que encontré? Lo que podría considerarse como mi primer intento serio de publicación, una especie de revista que trataba sobre un tema que me interesaba mucho en mis años infanitiles: los perros.

Mi primera publicación

Hago un pequeño paréntesis para comentar que, desde pequeño, crecí rodeado de revistas como la famosísima Selecciones de Reader's Digest, y sin duda eso me influenció.

Volviendo al tema que nos compete, mi primera publicación fue "impresa" en una humilde libreta Scribe de cuadrícula chica, de 50 hojas, en cuya portada pegué unas calcomanías de perros que alguien me regaló y que yo atesoraba. Eran perfectas como preámbulo de lo que se encontraría en el interior de esta "revista".

Por cierto, como yo tenía muy fea letra, le pedí a mi papá que me hiciera el favor de escribir él tanto mi nombre como el título en la portada. Además, usé lo que quedaba de una plantilla de letras autoadheribles que un amigo me regaló, pues su hermana mayor estudiaba arquitectura y se las dio a él. Con eso puse el letrero a media portada que dice "Todo sobre ellos. Los finos y extranjeros". ¿Por qué escribí eso? La verdad, recuerdo que era la única frase que podía formar con las pocas letras que quedaban en la plantilla que me dieron. Si la vida te da limones...

¡Ah! Si se están preguntando qué edad tenía cuando hice esto, les diré honestamente que no lo sé con exactitud, pues ninguna de las notas está fechada. Pero estimo que la empecé por 1982, cuando tenía alrededor de 10 años de edad.

Mis queridos cuatro lectores, mis cómplices, les comparto aquí algunas de las notas que publiqué en mi ópera prima, la primera revista que publicó alguno de mis artículos.

Mucho collage en su interior


Ante la falta de presupuesto, usé lo que encontré

Inspirado el muchacho

Breve semblanza del Doggy, nuestro perro

Recortes de la revista Selecciones

Trabajo de investigación

La técnica de doble tinta

No podía faltar la sección de Espectáculos

La sección comercial


La sección cultural


Y la sección heróica

Sólo hay 20 artículos en total en esta "revista", siendo el último un simple renglón que dice: "Solovino: murió el 8 de Julio de 1996". El Solovino fue un perro que tuvimos en casa un rato y que, como indica su nombre, llegó solito a la casa, y ahí lo cuidamos.

No sé con exactitud cuándo dejé de publicar en esta "revista", pero al menos puedo notar que en los últimos artículos, como el "Cuadro de Honor" —donde no podía faltar Laika, la perrita soviética—, mi letra había mejorado bastante. Calculo que quizás terminando la secundaria, en 1987, cuando redacté el último artículo y guardé la "revista".

Encontrar esto en mi cápsula del tiempo me hace darme cuenta de que me gusta expresarme por escrito, y así compartir algo que considero valioso, o al menos  interesante, con quien tenga la amabilidad de dedicar un poco de su preciado tiempo para leerlo.

Ahora me entiendo más, y comprendo lo que a Gerardo Lammers le intrigaba cuando me entrevistó para la revista del ITESO (la nota la encuentran aquí).

Ese analista de negocios que menciona Gerardo soy yo

Y también entiendo mejor el porqué fue para mí como un sueño hecho realidad el que me invitaran a escribir para una revista —impresa y digital—, como fue la revista Vinísfera.


Vinísfera, año 2 número 8 [2009], página 10

¡Wow! Aún con un tostón de años encima uno sigue conociéndose. Quizás porque, en los años mozos, los aceleres de la vida no nos permiten ver con la pausa necesaria las cosas, las experiencias vividas. Pero, si uno tiene suerte, la vida te permite —o te obliga— a desacelerar. Y, si no has perdido tu capacidad de asombro, encuentras en tu tesoro cosas nuevas, como dice el buen libro.

Te encuentras a ti mismo. 


Hasta la próxima.

viernes, 29 de agosto de 2025

Mis cápsulas del tiempo

Imagen tomada de Internet.

Mis distinguidos cuatro lectores, sean bienvenidos nuevamente. 

Quizás algunos de ustedes hayan oído el concepto de cápsula del tiempo, pero otros probablemente no. ¿Qué es una cápsula del tiempo? Una cápsula del tiempo es un recipiente, usualmente hermético, que se llena de objetos y mensajes de un período o época específica para ser enterrado o escondido y posteriormente abierto por personas en un futuro lejano. Su propósito es comunicar a las generaciones futuras cómo era la vida, la cultura y la sociedad en el momento en que se hizo dicha cápsula, sirviendo como un depósito histórico de artefactos cotidianos y memorias.

Esta puede contener lo que se desee: cartas (¿qué tal una dirigida a tu "yo" del futuro?), libros, periódicos, fotografías, música, dispositivos, objetos que sean representativos o importantes. Puede ser una cápsula personal o una comunitaria, donde varias personas juntas la preparen.

En mi caso, puedo decir que tengo varias cápsulas del tiempo, pero no están enterradas en mi patio u otro terreno. Más bien, las tengo en mi casa en contenedores de metal y de plástico, y varían en tamaño, siendo desde pequeñas hasta grandes cajas.


Una de mis cápsulas del tiempo

Es un placer sumamente particular abrir una de estas cápsulas y, justo en el momento en que tus ojos se posan en lo que ahí guardas, te embarga una sensación nostálgica y alegre sencillamente indescriptible. Vuelves a ser ese niño que, con sumo cuidado, conservó esa revista, esas secciones de periódico que te llamaron la atención, esos recortes de tu tira cómica favorita, esas cartas postales que llegaron desde el extranjero enviadas por un buen amigo, esos casetes de música o discos de vinilo que atesorabas —y sigues atesorando—, y un larguísimo etcétera.

Esta experiencia te permite reencontrarte, reconocerte en tus aficiones, en tus gustos. Al releerte en tus escritos o admirar con nuevos ojos tus dibujos, te sorprendes de la personita que eras; pareciera que eso lo escribió alguien más, no tú. Pero fuiste tú. Aunque hayan pasado tal vez ya cuatro décadas. Cuánta inocencia.

Si ustedes, mis leales lectores, tienen alguna capsulita del tiempo por ahí guardada —sea del tamaño que sea—, los invito a abrirla y deleitarse con los recuerdos que evoquen de su contenido. 

Yo voy a hacerlo y, con gusto, estaré compartiendo con ustedes algunas cosas que encuentre. Espero ser como ese señor que menciona el buen libro, "que saca de su tesoro cosas viejas y cosas nuevas". Las cosas viejas serán las contenidas en las cápsulas; las cosas nuevas serán las emociones, los recuerdos y, quizás, las lágrimas que broten tras esta aventura.


Hasta la próxima.


domingo, 24 de agosto de 2025

"¿Por qué querrías hacer eso?" (Parte 2)

Porque no hay parte 2 sin la parte 1...

Mis queridos cuatro lectores, me parece pertinente hacer una segunda parte del artículo anterior "¿Por qué querrías hacer eso?", porque hay quienes desestiman las preocupaciones que las redes sociales han provocado en los expertos de la salud mental de todo el mundo. ¿Cómo lo hacen? Tan sencillo como esto: creen que están haciendo un uso infensivo de estas redes sociales al compartir con todos sus contactos las selfies o fotos con otros amigos haciendo actividades o divirtiéndose, pero se autoengañan —perdón, pero lo digo en honor a la verdad— pensando que lo hacen para animar a otros (¿quiénes son esos otros?, qué definición más ambigua).

Ese es el autoengaño en que viven. Podrían pensar: "Publico las fotos de nuestra actividad para que mis amigos que no pudieron asistir se sientan motivados y así les alegro el día".

Really? (Y qué pretencioso creer que así le alegras la vida a alguien)

Perdón por romperles su burbuja a aquellos que piensan así, pero lo que los expertos han descubierto es que, lejos de levantarle el ánimo a alguien, las redes sociales han venido a hacer totalmente lo contrario.

¿Quieren datos estadísticos reales? Aquí van unos tomados del documental de Netflix que les recomendé el artículo pasado, El Dilema de las Redes Sociales.

Tomado de El Dilema de las Redes Sociales


El Doctor Jonathan Haidt, psicólogo social de la NYU Stern School of Business, explicó claramente lo siguiente, usando datos del CDC (Centres of Disease Control and Prevention [Centros para el Control y la Prevensión de Enfermedades]) de Estados Unidos:

"Ha habido un incremento gigantesco en depresión y ansiedad en los adolescentes norteamericanos, que empezó justo entre 2011 y 2013.

El número de jovencitas adolescentes en este país que son ingresadas en hospitales cada año porque se hacen cortes a sí mismas, o, se hacen daño a sí mismas de otras maneras, ese número fue muy estable antes del 2010 y 2011, y entonces empezó a incrementarse muchísimo. Ese incremento es de hasta 62% de las adolescentes mayores (entre 15 y 19 años), y se incrementó hasta 189% en las preadolescentes (edades entre 10 y 14 años). ¡Es casi el triple de casos!

Y aún más espeluznante es que vemos el mismo patrón en el suicidio*. En las adolescentes mayores (entre 15 y 19 años) se incrementó hasta un 70% comparado con la primera década de este siglo. Y en las preadolescentes (edades entre 10 y 14 años)  quienes tenían antes una tasa muy baja, el incremento de suicidios fue de hasta 151%.

[*Nota mía: ojo, esos incrementos no se refieren a intentos, sino a suicidios consumados]

Y este patrón apunta a las redes sociales, que empezaron a estar disponibles en los dispositivos móviles en 2009.

La Generación Z, los niños que nacieron después de 1996, son la primera generación en la historia que entraron a las redes sociales desde la primaria. ¿Cómo pasan su tiempo? Salen de la escuela y se meten en sus dispositivos.

Toda una generación es más ansiosa, más frágil, más deprimida. Se sienten mucho más incómodos de asumir riesgos. [...] Este es realmente un cambio en toda una generación.

Y recuerden, por cada jovencita(o) ingresada(o) en el hospital, hay una familia traumatizada y horrorizada que piensa: 'Dios mío, ¿qué les está pasando a nuestros niños?'"


Tomado de El Dilema de las Redes Sociales


¿En serio creen que están animando a otros?

Y quizás alguien diga: "Pero yo no comparto —intencionalmente— mis publicaciones con niños, sino con mis 'amigos' adultos".

¿Creen que todos los adultos son inmunes a sentir ansiedad o depresión por las fotos o publicaciones que se comparten en la red? Ese es otro autoengaño.

Les voy a contar un caso real del que me enteré: una persona expresó que se sentía mal porque no podía viajar tanto como lo hacían sus "amigos". ¿Cómo se daba cuenta esta persona de esos viajes? Viendo las constantes publicaciones en las redes sociales que compartían sus "amigos", los viajeros frecuentes. Esta persona no tenía los medios económicos que ellos tenían para andarse paseando, y ¿qué creen? Eso deprimía a esta persona. Todo lo contrario a sentirse animado.

Si se fijan, he estado usando el verbo "compartir", refrenándome de decir "presumir", porque no puedo ser categórico y decir que todos lo hagan por presunción. Algunos lo harán por eso, pero no todos.

El buen libro dice que el deseo de mostrar "la ostentación de las cosas que uno tiene", es decir, de andar presumiendo del medio de vida de uno, no es algo que venga de Dios. Irónicamente, la experiencia recién mencionada le sucedió a una persona bastante religiosa, que sigue en las redes a sus "amigos" de su misma religión, incluyendo a sus dirigentes que compartían parte de esas publicaciones.

Estoy seguro que hay gente que no está disfrazando su presunción de buenas intenciones. No dudo del motivo de sus acciones. De lo que sí dudo, y muchísimo, es del resultado de éstas: de que realmente sirvan para animar a alguien. 

Como colofón, termino este artículo diciéndoles, mis extrañables cuatro lectores, que si de verdad, si realmente queremos animar a alguien, hay una manera que ha probado ser mucho más efectiva: comunicarse directamente con esa persona. Si se pudiera en persona, sería lo óptimo. Pero si no puede ser presencial, que sea por una llamada telefónica al menos. Y no tiene que ser una larga conversación.

Finalmente, les dejo la liga a un vídeo corto de Simon Sinek donde explica que con 8 minutos se pueden hacer maravillas para ayudar a alguien que necesita que se le anime, que se sienta querido (dar clic aquí para ver el corto).

El artículo de Simon Sinek lo encuentran aquí (dar clic).


Hasta la próxima.

domingo, 17 de agosto de 2025

"¿Por qué querrías hacer eso?" (Parte 1)

Les cuento, mis siempre apreciados cuatro lectores, que durante la primera etapa en que tuve cuentas en redes sociales —de hecho, fue un par de meses antes de que decidiera cerrarlas— leí un tweet (o publicación de Twitter, la red social hoy renombrada como X) que me impactó mucho. La publicó Will Phillips, un comediante y escritor, en su cuenta @TheThryll, y afortunadamente la pude rescatar, por lo que a continuación se las comparto:

Tomada de Twitter.

En español dice lo siguiente:

________________

'Traté de explicarle Twitter a mi papá, pero su argumento "¿Por qué querrías hacer eso?"  resultó ser a prueba de balas.'

________________

Desde entonces, cuando recuerdo esa publicación, me pongo a pensar qué cosas en particular le pudo haber explicado Will a su papá para recibir esa lapidaria respuesta. Cosas a las que hoy se agregarían otras que también se podrían hacer con  Facebook, Instagram, TikTok, YouTube y tantas más aplicaciones de redes sociales actuales. Imaginemos algunas.

"Puedes tomarle fotos a lo que estás comiendo y compartirlas a toda la gente para que las vean".

"Puedes comentar en las fotos de comida u otras cosas que compartieron otras personas para dar tu opinión".

"Puedes grabar un video de ti mismo explicando tu opinión sobre cualquier tema y compartirlo a toda la gente para que lo vean".

"Puedes comentar en los videos que compartieron otras personas para dar tu opinión al respecto".

Y no pongo más ejemplos porque creo que con esos basta. Ahora, imagínense al papá de Will —asumo que al menos unos 20 años mayor que él— responder a cada una de esas explicaciones diciendo:

"¿Por qué querrías hacer eso?"


Claro, entiendo que para ese señor las redes sociales eran algo nuevo, pues su generación (igual que la mía, la Generación X) no creció con ellas.

"Esta dama viene de una generación que sabe cómo disfrutar el momento"

Tambien entiendo que las redes sociales tienen un lado positivo, como el permitir que familias estén en contacto aunque sus miembros vivan muy lejos unos de otros, por ejemplo. Eso es positivo. 

Pero —siempre hay un "pero" y este es enorme—, desafortunadamente los aspectos negativos  de las redes sociales superan por mucho a los positivos. No voy a ahondar en eso, porque ya hay mucho material en estudios, artículos, videos y documentales disponibles que lo demuestran, pues ya han pasado casi dos décadas de que las redes sociales se popularizaron e hicieron de uso masivo, y ya se ha medido el impacto negativo en la salud emocional, mental, física y espiritual que ha tenido, principalmente en las generaciones más jóvenes, aunque no exclusivamente a ellos.

Pueden ver el documental de Netflix "El Dilema de las Redes Sociales" (trailer aquí), la entrevista a Simon Sinek respecto a los milenials (video aquí), el video corto de Bo Burhham explicando lo que Douglas Rushkoff predijo del peligro de las redes sociales (video aquí), o leer los libros de la Dra. Marian Rojas Estapé, pues en cada uno de los tres primeros explica el daño que causan las redes y las pantallas —sobre todo en el último, Recupera tu mente, reconquista tu vida. También hay videos suyos de entrevistas donde lo explica.

Creo que pocos han captado la magnitud del problema, como el fotógrafo francés Antoine Greiger.

Fotografía de Antoine Geiger


Fotografía de Antoine Geiger


Fotografía de Antoine Geiger


Fotografía de Antoine Geiger

Respecto a cómo los creadores de las aplicaciones de las redes sociales han logrado que la gente se vuelva adicta a ellas —literalmente están embebidos—, me vienen dos frases a la mente:

"El primero principio es que no debes engañarte y que tú eres la persona a la que es más fácil engañar."

—Richard Feyman


"Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados."

—Mark Twain


¿Por qué pensé en esas frases? Porque la mayoría de la gente no se da cuenta de que ya es adicta a las redes sociales, y de que éstas son como un nuevo tipo de droga cuyo uso se ha normalizado para todas las edades.

Y ahora quienes no tenemos cuentas en redes sociales, o sí la tenemos (Whatsapp puede llegarse a usar como tal) pero no publicamos estados, o no nos gusta tomarnos selfies o salir en fotos que luego se compartirán en grupos en los que tenemos que estar (por causas de fuerza mayor, no por gusto), ¡resulta que somos los raros! ¡Háganme el favor!



Me gusta preguntarme: ¿qué hubiera hecho esa misma gente en los años 90, cuando no había redes sociales? ¿Acaso se hubieran tomado una foto con una cámara fotográfica, hubieran mandado a revelar el rollo, le hubieran sacado 100 copias a la foto, y se hubieran ido casa por casa para entregarle la foto a su amigo, familiar o conocido para que la tuviera y supiera lo que estuvo haciendo?

Claro que no lo hubieran hecho, porque suena ridículo.

¿Por qué hacerlo ahora?

Eso lleva a la idea principal que da título de este artículo: ¿Por qué querrías hacerlo?

Una cosa es que tomes una foto de una ocasión especial (que pudiera ser un Momento Kodak) y que guardes esa foto para ti; y otra cosa muy diferente es que saques decenas de fotos de todo lo que haces, de con quienes estás, o peor, de ti mismo(a) y las andes compartiendo con todo el mundo.

Por ejemplo, si estás participando de manera recurrente en una actividad voluntaria que busca ayudar a la gente, ¿por qué tienes que estar subiendo a tus redes una foto de ti y tus acompañantes cada vez que la realizas? ¿Acaso no dice el buen libro que no andes haciendo lo bueno delante de la gente sólo para que te vean? ¿No dice "que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda"? 

¿Por qué querrías hacerlo?

El buen libro también aconseja que "no sigas a la mayoría de la gente [...] tan solo porque es popular". Es decir, el que la mayoría lo haga no significa que uno mismo lo tiene que hacer.

La Dra. Marian Rojas Estapé recomienda que antes de publicar algo en las redes sociales te hagas la pregunta: ¿qué busco al publicar esto? Es decir: ¿Por qué querrías hacer eso? ¿Cuál es tu motivo? 

Quizás no nos hagamos esa pregunta porque nos da mucho miedo la respuesta, pues sin duda sacaría a flote un problema del que se prefiere evitar hablar: soledad, inseguridad, ansiedad, depresión, falta de autoestima y un gran etcétera.

Y eso es lo que quieren los dueños de las redes sociales: captar toda tu atención el mayor tiempo posible. Que no te des ni la más mínima pausa para reflexionar. Que no pienses. Ellos piensan por ti. Tú sigue mirando tu celular y deslizando tu dedo por la pantalla, atrapado en el scroll infinito. Y sin darte cuenta.


Para terminar, mis cuatro lectores, quiero extenderles esta recomendación súper útil que da tanto la Dra. Rojas Estapé como los entrevistados del documental de Netflix que mencioné al principio: apaga las notificaciones de tu celular. Que seas tú el que use el celular y no el celular a ti.


Hasta la próxima.


domingo, 10 de agosto de 2025

Tu momento Kodak®

Hola, mis queridos cuatro lectores. ¿Saben? Mi papá fue un gran aficionado a tomar fotografías, lo cual le permitió dejarnos un acervo fotográfico familiar muy extenso, que es otra cosa por lo que siempre le estaremos agradecidos. 

Cuadrangular de fútbol infantil en Nova de Monterrey
Fotógrafo: mi papá

Creo que por eso me picó el gusanito de querer documentar gráficamente también, y fue lo que me llevó a pedirle a papá me comprara una cámara fotográfica de regalo. Y, consentidor como pocos, me la compró.

Mi primera cámara fotográfica fue como la que se muestra en la siguiente imagen: una Kodak Instamatic 101.

Foto tomada de internet.

Traía su rollo especial (de esos alargados y delgaditos) y su flash desechable en forma de cubo (4 focos nada más y a la basura el flash). Recuerdo que la recibí en la noche y me moría de ganas de estrenarla, pero papá me recomendó esperar a que hubiera luz de día, por lo que no me quedó más que esperar al día siguiente a iniciar mi carrera de fotógrafo amateur. Tendría yo unos 10 años de edad en ese entonces.

Claro, al principio las fotos me salían desenfocadas, con poca luz y muchos errores que el ímpetu infantil pasaba por alto. Poco a poco, con la práctica, fueron mejorando. En la siguiente imagen, pueden ver en la parte superior un par de las primeras fotos, y abajo como ya no se veían tan mal. Y con la misma cámara.

Mis primeros modelos: nuestro perro, el Doggy, y mis hermanos y primos.

Ah, pero para tener estas fotografías en las manos, no crean que era así de fácil, mis queridos lectores, claro que no. Miren, para empezar necesitabas, además de la cámara, conseguir el rollo fotográfico adecuado para ésta —en mi caso era tipo 110, pero había de 35 mm también—; y los rollos traían diferente cantidad de fotos que podías sacar con estos: 12, 24 ó 36 fotografías. Mientras más fotos, más caro el rollo, por supuesto. Luego, había que meter el rollo en la cámara, lo cual en la Instamatic 101 era sumamente fácil —era tipo cartucho—, pero no puedo decir lo mismo de los rollos de 35 mm —los que usé con otras cámaras que tuve— que al principio era un parto, aunque después mejoró mucho el procedimiento en las cámaras más nuevas.

Muy bien, recuerden que por rollo sólo tienes 12, 24 ó 36 fotografías disponibles —y eso si no desperdiciabas una por error metiendo el rollo de 35 mm, tomando una foto hacia tus pies. Esto significa que tenías pocas fotos por rollo, es decir, no las ibas a gastar en cualquier cosa: las fotografías eran pensadas.

Claro, los fotógrafos de eventos y fiestas, como bodas, tenían que traer el montón de rollos, pues después venderían las fotos, así que se podían dar "el lujo" de traer muchos rollos, pero tampoco desperdiciaban las fotos.

Ahora, supongamos que ya tomaste todas las fotos que le cabían a ese rollo (lo cual sabías porque el rollo ya no se recorría o aparecía una marca en el visor del rollo indicando que se había acabado),  ¿cómo las obtenías impresas?

Los fotógrafos que no éramos profesionales —que éramos la mayoría— no contábamos con un cuarto oscuro de revelado, por lo que acudíamos a servicios de revelado donde llevabas tu rollo, lo guardaban en una bolsa de papel donde ponían tus datos, pagabas el dinero correspondiente a la cantidad de fotos que se iban a imprimir (si querías copias de esas fotos, te las cobraban, obviamente), y te decían en cuánto tiempo te las iban a tener listas. Cuando era niño, sí podían tardar varios días en tener tus fotos impresas, pero a como fue avanzando el tiempo, aparecieron los lugares que ofrecían el revelado en una hora. ¡Una hora! ¡Wow! ¡Sorprendente! De esta manera no tenías que esperar tanto para ver tus fotos, las cuales recibías en físico.

Si querías copias, tenías que llevar los negativos

Todo este esfuerzo implicado, mis estimados lectores, nos llevaba a tener aprecio por las fotografías que tomábamos, y a tener preparada nuestras cámaras para momentos que considerábamos especiales.

Es lo que llegamos a conocer como Momentos Kodak®

Y es que la compañía fotográfica Kodak® popularizó esa frase en la década de 1980 con el objetivo de fomentar la fotografía y la consevación de recuerdos, pues un Momento Kodak® era un instante especial, fuera alegre, emotivo o único, que se consideraba digno de ser capturado en una fotografía.

Con el tiempo, esta frase trascendió, y se utilizó para designar cualquier instante de nuestras vidas que, por su significado o valor, se considera digno de ser recordado, inmortalizado, en una fotografía o vídeo.

Viaje a Disney World en 1996

Así es, mis apreciadísimos cuatro lectores: las fotos que conservamos impresas —previas a la era digital—son valiosas, porque las tomamos por algo en especial, pues sabíamos todo el ajetreo que implicaría llegarlas a tener impresas. Y la alegría  y la emoción que sentíamos al recibirlas en ese sobre de papel era algo especial. Porque recuerden: no sabíamos cómo iban a salir hasta no haberlas recibido impresas. Esa emoción ya no se tiene con las fotos digitales hoy día, pues ya sabes exactamente cómo van a salir un segundo después de que la tomaste. Esa emoción se ha ido, se ha perdido.

¿Significa que ahora, dado que se pueden tomar miles de fotografías con nuestro celular, las fotografías se han banalizado y ha desaparecido por completo el Momento Kodak®? No, claro que no. Yo no iría tan lejos ni sería tan dogmático al respecto, porque recordemos que el significado ha trascendido al equipo o la marca: se trata de captar un instante que sea digno de ser recordado.

Quizás esa foto donde aparecen un par de vasos de Starbucks, con los nombres de él y de ella, sea el recuerdo de la primera cita que tuvieron en su noviazgo, que luego se convirtió en un hermoso matrimonio de décadas. ¿No es un momento digno de ser recordado?

Quizás esa selfi descuadrada, descuidada, con un fondo nada atractivo, sea la última fotografía que te tomaste con un ser querido al que ahora extrañas enormemente porque ya no está contigo. ¿No es un momento digno de ser recordado?

Dicho sea de paso, una gran ventaja de poder tomar fotografías con nuestros celulares, los cuales casi llevamos a cualquier lado, es que, si hay un momento digno de ser recordado, tienes un equipo sumamente fácil de usar para capturarlo.

Nuestra gatita Mimosa durmiendo en nuestra cama

Entonces, sigamos capturando momentos memorables. Y si es posible, les sugiero imprimir las fotos que más les gusten. Realmente es un placer poder volver a tocar esas fotografías y recordar esos instantes que fueron valiosos para nosotros.

Busca siempre tu Momento Kodak®.

Hasta la próxima.