Les cuento, mis siempre apreciados cuatro lectores, que durante la primera etapa en que tuve cuentas en redes sociales —de hecho, fue un par de meses antes de que decidiera cerrarlas— leí un tweet (o publicación de Twitter, la red social hoy renombrada como X) que me impactó mucho. La publicó Will Phillips, un comediante y escritor, en su cuenta @TheThryll, y afortunadamente la pude rescatar, por lo que a continuación se las comparto:
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Tomada de Twitter. |
En español dice lo siguiente:
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'Traté de explicarle Twitter a mi papá, pero su argumento "¿Por qué querrías hacer eso?" resultó ser a prueba de balas.'
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Desde entonces, cuando recuerdo esa publicación, me pongo a pensar qué cosas en particular le pudo haber explicado Will a su papá para recibir esa lapidaria respuesta. Cosas a las que hoy se agregarían otras que también se podrían hacer con Facebook, Instagram, TikTok, YouTube y tantas más aplicaciones de redes sociales actuales. Imaginemos algunas.
"Puedes tomarle fotos a lo que estás comiendo y compartirlas a toda la gente para que las vean".
"Puedes comentar en las fotos de comida u otras cosas que compartieron otras personas para dar tu opinión".
"Puedes grabar un video de ti mismo explicando tu opinión sobre cualquier tema y compartirlo a toda la gente para que lo vean".
"Puedes comentar en los videos que compartieron otras personas para dar tu opinión al respecto".
Y no pongo más ejemplos porque creo que con esos basta. Ahora, imagínense al papá de Will —asumo que al menos unos 20 años mayor que él— responder a cada una de esas explicaciones diciendo:
"¿Por qué querrías hacer eso?"
Claro, entiendo que para ese señor las redes sociales eran algo nuevo, pues su generación (igual que la mía, la Generación X) no creció con ellas.
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"Esta dama viene de una generación que sabe cómo disfrutar el momento" |
Tambien entiendo que las redes sociales tienen un lado positivo, como el permitir que familias estén en contacto aunque sus miembros vivan muy lejos unos de otros, por ejemplo. Eso es positivo.
Pero —siempre hay un "pero" y este es enorme—, desafortunadamente los aspectos negativos de las redes sociales superan por mucho a los positivos. No voy a ahondar en eso, porque ya hay mucho material en estudios, artículos, videos y documentales disponibles que lo demuestran, pues ya han pasado casi dos décadas de que las redes sociales se popularizaron e hicieron de uso masivo, y ya se ha medido el impacto negativo en la salud emocional, mental, física y espiritual que ha tenido, principalmente en las generaciones más jóvenes, aunque no exclusivamente a ellos.
Pueden ver el documental de Netflix "El Dilema de las Redes Sociales" (trailer aquí), la entrevista a Simon Sinek respecto a los milenials (video aquí), el video corto de Bo Burhham explicando lo que Douglas Rushkoff predijo del peligro de las redes sociales (video aquí), o leer los libros de la Dra. Marian Rojas Estapé, pues en cada uno de los tres primeros explica el daño que causan las redes y las pantallas —sobre todo en el último, Recupera tu mente, reconquista tu vida. También hay videos suyos de entrevistas donde lo explica.
Creo que pocos han captado la magnitud del problema, como el fotógrafo francés Antoine Greiger.
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Fotografía de Antoine Geiger |
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Fotografía de Antoine Geiger |
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Fotografía de Antoine Geiger |
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Fotografía de Antoine Geiger |
Respecto a cómo los creadores de las aplicaciones de las redes sociales han logrado que la gente se vuelva adicta a ellas —literalmente están embebidos—, me vienen dos frases a la mente:
"El primero principio es que no debes engañarte y que tú eres la persona a la que es más fácil engañar."
—Richard Feyman
"Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados."
—Mark Twain
¿Por qué pensé en esas frases? Porque la mayoría de la gente no se da cuenta de que ya es adicta a las redes sociales, y de que éstas son como un nuevo tipo de droga cuyo uso se ha normalizado para todas las edades.
Y ahora quienes no tenemos cuentas en redes sociales, o sí la tenemos (Whatsapp puede llegarse a usar como tal) pero no publicamos estados, o no nos gusta tomarnos selfies o salir en fotos que luego se compartirán en grupos en los que tenemos que estar (por causas de fuerza mayor, no por gusto), ¡resulta que somos los raros! ¡Háganme el favor!
Me gusta preguntarme: ¿qué hubiera hecho esa misma gente en los años 90, cuando no había redes sociales? ¿Acaso se hubieran tomado una foto con una cámara fotográfica, hubieran mandado a revelar el rollo, le hubieran sacado 100 copias a la foto, y se hubieran ido casa por casa para entregarle la foto a su amigo, familiar o conocido para que la tuviera y supiera lo que estuvo haciendo?
Claro que no lo hubieran hecho, porque suena ridículo.
¿Por qué hacerlo ahora?
Eso lleva a la idea principal que da título de este artículo: ¿Por qué querrías hacerlo?
Una cosa es que tomes una foto de una ocasión especial (que pudiera ser un Momento Kodak) y que guardes esa foto para ti; y otra cosa muy diferente es que saques decenas de fotos de todo lo que haces, de con quienes estás, o peor, de ti mismo(a) y las andes compartiendo con todo el mundo.
Por ejemplo, si estás participando de manera recurrente en una actividad voluntaria que busca ayudar a la gente, ¿por qué tienes que estar subiendo a tus redes una foto de ti y tus acompañantes cada vez que la realizas? ¿Acaso no dice el buen libro que no andes haciendo lo bueno delante de la gente sólo para que te vean? ¿No dice "que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda"?
¿Por qué querrías hacerlo?
El buen libro también aconseja que "no sigas a la mayoría de la gente [...] tan solo porque es popular". Es decir, el que la mayoría lo haga no significa que uno mismo lo tiene que hacer.
La Dra. Marian Rojas Estapé recomienda que antes de publicar algo en las redes sociales te hagas la pregunta: ¿qué busco al publicar esto? Es decir: ¿Por qué querrías hacer eso? ¿Cuál es tu motivo?
Quizás no nos hagamos esa pregunta porque nos da mucho miedo la respuesta, pues sin duda sacaría a flote un problema del que se prefiere evitar hablar: soledad, inseguridad, ansiedad, depresión, falta de autoestima y un gran etcétera.
Y eso es lo que quieren los dueños de las redes sociales: captar toda tu atención el mayor tiempo posible. Que no te des ni la más mínima pausa para reflexionar. Que no pienses. Ellos piensan por ti. Tú sigue mirando tu celular y deslizando tu dedo por la pantalla, atrapado en el scroll infinito. Y sin darte cuenta.
Para terminar, mis cuatro lectores, quiero extenderles esta recomendación súper útil que da tanto la Dra. Rojas Estapé como los entrevistados del documental de Netflix que mencioné al principio: apaga las notificaciones de tu celular. Que seas tú el que use el celular y no el celular a ti.
Hasta la próxima.