domingo, 17 de agosto de 2025

"¿Por qué querrías hacer eso?"

Les cuento, mis siempre apreciados cuatro lectores, que durante la primera etapa en que tuve cuentas en redes sociales —de hecho, fue un par de meses antes de que decidiera cerrarlas— leí un tweet (o publicación de Twitter, la red social hoy renombrada como X) que me impactó mucho. La publicó Will Phillips, un comediante y escritor, en su cuenta @TheThryll, y afortunadamente la pude rescatar, por lo que a continuación se las comparto:

Tomada de Twitter.

En español dice lo siguiente:

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'Traté de explicarle Twitter a mi papá, pero su argumento "¿Por qué querrías hacer eso?"  resultó ser a prueba de balas.'

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Desde entonces, cuando recuerdo esa publicación, me pongo a pensar qué cosas en particular le pudo haber explicado Will a su papá para recibir esa lapidaria respuesta. Cosas a las que hoy se agregarían otras que también se podrían hacer con  Facebook, Instagram, TikTok, YouTube y tantas más aplicaciones de redes sociales actuales. Imaginemos algunas.

"Puedes tomarle fotos a lo que estás comiendo y compartirlas a toda la gente para que las vean".

"Puedes comentar en las fotos de comida u otras cosas que compartieron otras personas para dar tu opinión".

"Puedes grabar un video de ti mismo explicando tu opinión sobre cualquier tema y compartirlo a toda la gente para que lo vean".

"Puedes comentar en los videos que compartieron otras personas para dar tu opinión al respecto".

Y no pongo más ejemplos porque creo que con esos basta. Ahora, imagínense al papá de Will —asumo que al menos unos 20 años mayor que él— responder a cada una de esas explicaciones diciendo:

"¿Por qué querrías hacer eso?"


Claro, entiendo que para ese señor las redes sociales eran algo nuevo, pues su generación (igual que la mía, la Generación X) no creció con ellas.

"Esta dama viene de una generación que sabe cómo disfrutar el momento"

Tambien entiendo que las redes sociales tienen un lado positivo, como el permitir que familias estén en contacto aunque sus miembros vivan muy lejos unos de otros, por ejemplo. Eso es positivo. 

Pero —siempre hay un "pero" y este es enorme—, desafortunadamente los aspectos negativos  de las redes sociales superan por mucho a los positivos. No voy a ahondar en eso, porque ya hay mucho material en estudios, artículos, videos y documentales disponibles que lo demuestran, pues ya han pasado casi dos décadas de que las redes sociales se popularizaron e hicieron de uso masivo, y ya se ha medido el impacto negativo en la salud emocional, mental, física y espiritual que ha tenido, principalmente en las generaciones más jóvenes, aunque no exclusivamente a ellos.

Pueden ver el documental de Netflix "El Dilema de las Redes Sociales" (trailer aquí), la entrevista a Simon Sinek respecto a los milenials (video aquí), el video corto de Bo Burhham explicando lo que Douglas Rushkoff predijo del peligro de las redes sociales (video aquí), o leer los libros de la Dra. Marian Rojas Estapé, pues en cada uno de los tres primeros explica el daño que causan las redes y las pantallas —sobre todo en el último, Recupera tu mente, reconquista tu vida. También hay videos suyos de entrevistas donde lo explica.

Creo que pocos han captado la magnitud del problema, como el fotógrafo francés Antoine Greiger.

Fotografía de Antoine Geiger


Fotografía de Antoine Geiger


Fotografía de Antoine Geiger


Fotografía de Antoine Geiger

Respecto a cómo los creadores de las aplicaciones de las redes sociales han logrado que la gente se vuelva adicta a ellas —literalmente están embebidos—, me vienen dos frases a la mente:

"El primero principio es que no debes engañarte y que tú eres la persona a la que es más fácil engañar."

—Richard Feyman


"Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados."

—Mark Twain


¿Por qué pensé en esas frases? Porque la mayoría de la gente no se da cuenta de que ya es adicta a las redes sociales, y de que éstas son como un nuevo tipo de droga cuyo uso se ha normalizado para todas las edades.

Y ahora quienes no tenemos cuentas en redes sociales, o sí la tenemos (Whatsapp puede llegarse a usar como tal) pero no publicamos estados, o no nos gusta tomarnos selfies o salir en fotos que luego se compartirán en grupos en los que tenemos que estar (por causas de fuerza mayor, no por gusto), ¡resulta que somos los raros! ¡Háganme el favor!



Me gusta preguntarme: ¿qué hubiera hecho esa misma gente en los años 90, cuando no había redes sociales? ¿Acaso se hubieran tomado una foto con una cámara fotográfica, hubieran mandado a revelar el rollo, le hubieran sacado 100 copias a la foto, y se hubieran ido casa por casa para entregarle la foto a su amigo, familiar o conocido para que la tuviera y supiera lo que estuvo haciendo?

Claro que no lo hubieran hecho, porque suena ridículo.

¿Por qué hacerlo ahora?

Eso lleva a la idea principal que da título de este artículo: ¿Por qué querrías hacerlo?

Una cosa es que tomes una foto de una ocasión especial (que pudiera ser un Momento Kodak) y que guardes esa foto para ti; y otra cosa muy diferente es que saques decenas de fotos de todo lo que haces, de con quienes estás, o peor, de ti mismo(a) y las andes compartiendo con todo el mundo.

Por ejemplo, si estás participando de manera recurrente en una actividad voluntaria que busca ayudar a la gente, ¿por qué tienes que estar subiendo a tus redes una foto de ti y tus acompañantes cada vez que la realizas? ¿Acaso no dice el buen libro que no andes haciendo lo bueno delante de la gente sólo para que te vean? ¿No dice "que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda"? 

¿Por qué querrías hacerlo?

El buen libro también aconseja que "no sigas a la mayoría de la gente [...] tan solo porque es popular". Es decir, el que la mayoría lo haga no significa que uno mismo lo tiene que hacer.

La Dra. Marian Rojas Estapé recomienda que antes de publicar algo en las redes sociales te hagas la pregunta: ¿qué busco al publicar esto? Es decir: ¿Por qué querrías hacer eso? ¿Cuál es tu motivo? 

Quizás no nos hagamos esa pregunta porque nos da mucho miedo la respuesta, pues sin duda sacaría a flote un problema del que se prefiere evitar hablar: soledad, inseguridad, ansiedad, depresión, falta de autoestima y un gran etcétera.

Y eso es lo que quieren los dueños de las redes sociales: captar toda tu atención el mayor tiempo posible. Que no te des ni la más mínima pausa para reflexionar. Que no pienses. Ellos piensan por ti. Tú sigue mirando tu celular y deslizando tu dedo por la pantalla, atrapado en el scroll infinito. Y sin darte cuenta.


Para terminar, mis cuatro lectores, quiero extenderles esta recomendación súper útil que da tanto la Dra. Rojas Estapé como los entrevistados del documental de Netflix que mencioné al principio: apaga las notificaciones de tu celular. Que seas tú el que use el celular y no el celular a ti.


Hasta la próxima.


domingo, 10 de agosto de 2025

Tu momento Kodak®

Hola, mis queridos cuatro lectores. ¿Saben? Mi papá fue un gran aficionado a tomar fotografías, lo cual le permitió dejarnos un acervo fotográfico familiar muy extenso, que es otra cosa por lo que siempre le estaremos agradecidos. 

Cuadrangular de fútbol infantil en Nova de Monterrey
Fotógrafo: mi papá

Creo que por eso me picó el gusanito de querer documentar gráficamente también, y fue lo que me llevó a pedirle a papá me comprara una cámara fotográfica de regalo. Y, consentidor como pocos, me la compró.

Mi primera cámara fotográfica fue como la que se muestra en la siguiente imagen: una Kodak Instamatic 101.

Foto tomada de internet.

Traía su rollo especial (de esos alargados y delgaditos) y su flash desechable en forma de cubo (4 focos nada más y a la basura el flash). Recuerdo que la recibí en la noche y me moría de ganas de estrenarla, pero papá me recomendó esperar a que hubiera luz de día, por lo que no me quedó más que esperar al día siguiente a iniciar mi carrera de fotógrafo amateur. Tendría yo unos 10 años de edad en ese entonces.

Claro, al principio las fotos me salían desenfocadas, con poca luz y muchos errores que el ímpetu infantil pasaba por alto. Poco a poco, con la práctica, fueron mejorando. En la siguiente imagen, pueden ver en la parte superior un par de las primeras fotos, y abajo como ya no se veían tan mal. Y con la misma cámara.

Mis primeros modelos: nuestro perro, el Doggy, y mis hermanos y primos.

Ah, pero para tener estas fotografías en las manos, no crean que era así de fácil, mis queridos lectores, claro que no. Miren, para empezar necesitabas, además de la cámara, conseguir el rollo fotográfico adecuado para ésta —en mi caso era tipo 110, pero había de 35 mm también—; y los rollos traían diferente cantidad de fotos que podías sacar con estos: 12, 24 ó 36 fotografías. Mientras más fotos, más caro el rollo, por supuesto. Luego, había que meter el rollo en la cámara, lo cual en la Instamatic 101 era sumamente fácil —era tipo cartucho—, pero no puedo decir lo mismo de los rollos de 35 mm —los que usé con otras cámaras que tuve— que al principio era un parto, aunque después mejoró mucho el procedimiento en las cámaras más nuevas.

Muy bien, recuerden que por rollo sólo tienes 12, 24 ó 36 fotografías disponibles —y eso si no desperdiciabas una por error metiendo el rollo de 35 mm, tomando una foto hacia tus pies. Esto significa que tenías pocas fotos por rollo, es decir, no las ibas a gastar en cualquier cosa: las fotografías eran pensadas.

Claro, los fotógrafos de eventos y fiestas, como bodas, tenían que traer el montón de rollos, pues después venderían las fotos, así que se podían dar "el lujo" de traer muchos rollos, pero tampoco desperdiciaban las fotos.

Ahora, supongamos que ya tomaste todas las fotos que le cabían a ese rollo (lo cual sabías porque el rollo ya no se recorría o aparecía una marca en el visor del rollo indicando que se había acabado),  ¿cómo las obtenías impresas?

Los fotógrafos que no éramos profesionales —que éramos la mayoría— no contábamos con un cuarto oscuro de revelado, por lo que acudíamos a servicios de revelado donde llevabas tu rollo, lo guardaban en una bolsa de papel donde ponían tus datos, pagabas el dinero correspondiente a la cantidad de fotos que se iban a imprimir (si querías copias de esas fotos, te las cobraban, obviamente), y te decían en cuánto tiempo te las iban a tener listas. Cuando era niño, sí podían tardar varios días en tener tus fotos impresas, pero a como fue avanzando el tiempo, aparecieron los lugares que ofrecían el revelado en una hora. ¡Una hora! ¡Wow! ¡Sorprendente! De esta manera no tenías que esperar tanto para ver tus fotos, las cuales recibías en físico.

Si querías copias, tenías que llevar los negativos

Todo este esfuerzo implicado, mis estimados lectores, nos llevaba a tener aprecio por las fotografías que tomábamos, y a tener preparada nuestras cámaras para momentos que considerábamos especiales.

Es lo que llegamos a conocer como Momentos Kodak®

Y es que la compañía fotográfica Kodak® popularizó esa frase en la década de 1980 con el objetivo de fomentar la fotografía y la consevación de recuerdos, pues un Momento Kodak® era un instante especial, fuera alegre, emotivo o único, que se consideraba digno de ser capturado en una fotografía.

Con el tiempo, esta frase trascendió, y se utilizó para designar cualquier instante de nuestras vidas que, por su significado o valor, se considera digno de ser recordado, inmortalizado, en una fotografía o vídeo.

Viaje a Disney World en 1996

Así es, mis apreciadísimos cuatro lectores: las fotos que conservamos impresas —previas a la era digital—son valiosas, porque las tomamos por algo en especial, pues sabíamos todo el ajetreo que implicaría llegarlas a tener impresas. Y la alegría  y la emoción que sentíamos al recibirlas en ese sobre de papel era algo especial. Porque recuerden: no sabíamos cómo iban a salir hasta no haberlas recibido impresas. Esa emoción ya no se tiene con las fotos digitales hoy día, pues ya sabes exactamente cómo van a salir un segundo después de que la tomaste. Esa emoción se ha ido, se ha perdido.

¿Significa que ahora, dado que se pueden tomar miles de fotografías con nuestro celular, las fotografías se han banalizado y ha desaparecido por completo el Momento Kodak®? No, claro que no. Yo no iría tan lejos ni sería tan dogmático al respecto, porque recordemos que el significado ha trascendido al equipo o la marca: se trata de captar un instante que sea digno de ser recordado.

Quizás esa foto donde aparecen un par de vasos de Starbucks, con los nombres de él y de ella, sea el recuerdo de la primera cita que tuvieron en su noviazgo, que luego se convirtió en un hermoso matrimonio de décadas. ¿No es un momento digno de ser recordado?

Quizás esa selfi descuadrada, descuidada, con un fondo nada atractivo, sea la última fotografía que te tomaste con un ser querido al que ahora extrañas enormemente porque ya no está contigo. ¿No es un momento digno de ser recordado?

Dicho sea de paso, una gran ventaja de poder tomar fotografías con nuestros celulares, los cuales casi llevamos a cualquier lado, es que, si hay un momento digno de ser recordado, tienes un equipo sumamente fácil de usar para capturarlo.

Nuestra gatita Mimosa durmiendo en nuestra cama

Entonces, sigamos capturando momentos memorables. Y si es posible, les sugiero imprimir las fotos que más les gusten. Realmente es un placer poder volver a tocar esas fotografías y recordar esos instantes que fueron valiosos para nosotros.

Busca siempre tu Momento Kodak®.

Hasta la próxima.