Mis queridos cuatro lectores, les quiero compartir una reflexión, si me lo permiten en esta ocasión, por favor.
Gracias.
En traducción libre al español, lo que dice la imagen que encabeza este artículo es:
"Una sociedad crece grande*
cuando las personas mayores
plantan árboles bajo cuya sombra
ellos saben que nunca se sentarán"
*grande proviene de greatness, es decir, grandeza.
Un camarada, al que le compartí esta imagen, me dijo: "Hay una frase que me gusta mucho que dice: El legado es sembrar una semilla que nunca verás crecer".
Eso me recordó una poesía que me tocó declamar en la secundaria, en un concurso, y que a continuación transcribo:
SEMBRANDO
Autor: Marcos Rafael Blanco Belmonte
De aquel rincón bañado por los fulgores
del sol que nuestro cielo triunfante llena;
de la florida tierra donde entre flores
se deslizó mi infancia dulce y serena;
envuelto en los recuerdos de mi pasado,
borroso cual lo lejos del horizonte,
guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,
del sembrador más raro que hubo en el monte.
Aún no se si era sabio, loco o prudente
aquel hombre que humilde traje vestía;
sólo sé que al mirarle toda la gente
con profundo respeto se descubría.
Y es que acaso su gesto severo y noble
a todos asombraba por lo arrogante:
¡hasta los leñadores mirando al roble
sienten las majestades de lo gigante!
Una tarde de otoño subí a la sierra
y al sembrador, sembrando, miré risueño;
¡desde que existen hombres sobre la tierra
nunca se ha trabajado con tanto empeño!
Quise saber, curioso, lo que el demente
sembraba en la montaña sola y bravía;
el infeliz oyóme benignamente
y me dijo con honda melancolía:
—Siembro robles y pinos y sicomoros;
quiero llenar de frondas esta ladera,
quiero que otros disfruten de los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera—.
—¿Por qué tantos afanes en la jornada
sin buscar recompensa?— dije. Y el loco
murmuró, con las manos sobre la azada:
—«Acaso tú imagines que me equivoco;
acaso, por ser niño, te asombre mucho
el soberano impulso que mi alma enciende;
por los que no trabajan, trabajo y lucho;
si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!
»Hoy es el egoísmo torpe maestro
a quien rendimos culto de varios modos:
si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.
¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!
En la propia miseria los ojos fijos,
buscamos las riquezas que nos convienen
y todo lo arrostramos por nuestros hijos.
¿Es que los demás padres hijos no tienen?...
Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre
y, en las guerras brutales con sed de robo,
hay siempre un fratricida dentro del hombre,
y el hombre para el hombre siempre es un lobo.
»Por eso cuando al mundo, triste, contemplo,
yo me afano y me impongo ruda tarea
y sé que vale mucho mi pobre ejemplo
aunque pobre y humilde parezca y sea.
¡Hay que luchar por todos los que no luchan!
¡Hay que pedir por todos los que no imploran!
¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!
¡Hay que llorar por todos los que no lloran!
Hay que ser cual abejas que en la colmena
fabrican para todos dulces panales.
Hay que ser como el agua que va serena
brindando al mundo entero frescos raudales.
Hay que imitar al viento, que siembra flores
lo mismo en la montaña que en la llanura,
y hay que vivir la vida sembrando amores,
con la vista y el alma siempre en la altura».
Así dijo el loco, y con noble melancolía
por las breñas del monte siguió trepando,
y al perderse en las sombras, aún repetía:
—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!...»
Ahora, a mis cincuenta y tantos años, le veo un sentido mucho más amplio, diría que más aterrizado, a las palabras de Blanco Belmonte.
Y hoy veo con tristeza como este mundo promueve el ensimismamiento egoísta, con lo cual la gente —y sobre todo, los jóvenes— tienen la mentalidad del "what's in for me?", es decir, "¿y yo qué gano?".
Es triste saber que jóvenes, al ver como sus padres están batallando para cuidar a los abuelos, espetan fríamente frases como "Ni crean que yo voy a batallar así. Para eso están los asilos".
Qué buen trabajo está haciendo este mundo en acabar con el cariño natural, como dice el buen libro.
Qué diferente sería si cada uno desde su propia trinchera, desde donde pueda y decida, por amor y no por obligación, se esforzara por hacer algo por los demás.
Quizás no alcancemos a escuchar un "gracias" por lo que hagamos, pero, como dijo el loco:
«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!...»
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Foto tomada de Internet |
Hasta la próxima.
Que profundo, la triste realidad
ResponderEliminarAmor con amor se paga... Absolutamente cierto.
ResponderEliminarGran reflexión... Vivimos en un mundo que, si nos dejamos, nos atrapa en su egoísmo.
ResponderEliminarE.B.
Cierto.
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